Los lobos marinos son una especie que se encontraba en peligro de extinción. Su piel era apreciada en el mercado, al igual que el aceite producido con sus cuerpos.
Casi los hicieron desaparecer convirtiéndolos en símbolo del poco respeto a la biodiveridad. Pero se necesitó solo una decisión para cambiar su destino.
En vez de darles caza, comenzó la carrera para protegerlos, precisamente porque se trata de una especie endémica del Archipiélago de Juan Fernández. Hoy estos lobos de dos pelos nadan tranquilos, igual que millones de especies que fueron escuchadas por los pescadores.
“¿Usted sabe lo que es la sordera? Es no escuchar el grito que está dando el mundo. Eso es la sordera para mí, una persona sorda lo escucha igual. Somos nosotros los que no escuchamos y yo acá aprendí a escuchar”.
Ese es el conmovedor mensaje de Jorge Menay, un pescador del Archipiélago de Juan Fernández que aboga por la protección de la fauna de la zona.
Algo similar comenta Alberto Vergara, también pescador: “Tú ves en el continente las langostas las compras con huevo, entonces no cuidan los recursos. Entonces, más adelante ¿qué van a tener? No van a tener absolutamente nada”
Protección que destaca Alex Muñoz, director para Latinoamérica de Pristine Seas de National Geograpic. “Cuando llegué a Juan Fernandez por primera vez hace 10 años los pescadores ya tenían una conciencia ambiental muy importante“.
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En la misma línea detalla que “sabían que si agotaban los recursos el día de mañana no iban a tener para comer y eso es algo que incorporaron muy tempranamente”.
Un logro que los mismos pescadores impulsaron junto al apoyo del proyecto Pristine Seas, donde se fijan como objetvo proteger los últimos lugares salvajes del mundo.
Chile se ha transformado en uno de los países líderes en conservación marina gracias a los pescadores de Juan Fernandez, quienes hoy son un ejemplo para el mundo.
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