El impresionante registro de ballenas jorobadas que se alimentaban captó un grupo de kayakistas en la Antártica y a solo metros de distancia. Un avistamiento cada vez más frecuente gracias al aumento de esta especie que hasta solo unos años estaba en peligro de extinción.
Completamente en silencio, impactados se quedaron este grupo de 12 kayakistas en la Antártica. Ver la cola de una ballena hundirse en las profundidades del océano, sentir el impulso de las olas cerca de sus kayaks, escuchar el bufido cuando salen a tomar aire sin duda pone la piel de gallina a quien vive esta experiencia.
Agradeciendo a estas ballenas jorobadas, los kayakistas despedían la que será seguramente una experiencia inolvidable, por la fortuna de cruzarse con ellas en su período de alimentación. Sí porque los cetáceos llegan a esta zona con ese fin y luego para reproducirse viajan hasta 18 mil kilómetros.
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“Cuando están alimentándose ellas tienen un comportamiento donde suelen sumergirse hacen como unas burbujas para subir krill o pequeños peces que son de los que se alimentan a la superficie y ahí abren la boca. Entonces al sentirse relajada tienen este comportamiento de sacar la cabeza, mover las aletas y en ningún momento se sienten amenazados”, señala Sonia Español Jiménez, investigadora Asociada Fundación Meri.
Para que tenga una idea, los turistas flotaban en unos kayaks cuya dimensión era comparable al tamaño de la cola de estas especies. Suena impresionante casi peligroso pero el avistamiento de la jorobada es cada vez más recurrente ganándose un cariñoso apodo.
“Nosotros hemos visto eso (el avistamiento de ballenas) en varias ocasiones y llamamos a las ballenas que se acercan “ballenas amigas”. Puedo decir que durante los últimos cinco años se ha observado en esta especie de ballena jorobada un aumento en su número, cada verano se ven más ballenas”, afirma Anelio Aguayo, experto en cetáceos de INACH.
Si hace unos años la jorobada estaba en extinción por la caza furtiva hoy el turismo ha fomentado su protección y se estima que en los océanos hay más de 60.000 ejemplares, que probablemente seguirán sorprendiendo a quienes las visitan.
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