La ONU acaba de dar una alerta preocupante: el dióxido de carbono, el gas que afecta gravemente a nuestro planeta, está por alcanzar los 1,5 grados que se deben evitar para el año 2030. La situación obliga a redoblar los esfuerzos por encontrar soluciones ante este devastador escenario, pero ¿qué pensarías si supieras que la respuesta puede estar dentro de tu propio cuerpo? Un estudio apunta a una bacteria como una solución posible.
“En este caso, el consumo de CO2 por parte de las bacterias, sería un caso muy excepcional porque estas bacterias no hacen eso regularmente, sino que quienes hacen eso regularmente son las plantas”, explica Ricardo Cabrera, profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile.
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Se trata de la bacteria Escherichia Coli, vive en el intestino, y su función normal es consumir azúcar y transformarla en energía y proteínas. Sin embargo, científicos israelíes han logrado modificarla genéticamente para que sea capaz de absorber gas de efecto invernadero.
“Esta bacteria nos permite que este gas entre de una forma efectiva al ciclo de carbono. Al entrar al ciclo de carbono nosotros podemos hacer una suerte de reciclaje de este gas, podemos evitar que llegue a la atmósfera”, comenta Jorge Olivares, profesor asociado del Instituto de Biología PUCV.
“Estos procesos que ocurren dentro de ella pueden transformar el CO2 ten otros compuestos como azúcares o proteínas. Eso es algo que esta bacteria normalmente está haciendo, pero no a partir de CO2”, asegura Ricardo Cabrera.
Es una revolución que se está dando en la biología molecular, son cambios en los genes que están dentro de estas células. “Hacer crecer esta bacteria y alimentarla de esta nueva forma, con el CO2, sería un proceso que se daría fuera del organismo”, dice Cabrera.
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“Esta reingeniería o esta nueva forma de pensar puede ser un aporte significativo en torno a posibles vías para aminorar este impacto en el clima”, cuenta Manuel Leiva, Director del Dpto. de Química de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile.
Sin duda es un estudio en etapa inicial, pero con el que el ser humano podría pasar de ser el principal contribuyente del calentamiento global, a ser el portador de la solución. Nuestro cuerpo nos empieza a dar respuestas.
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