El transhumanismo se inscribe como una de las filosofías más polémicas de la actualidad al promover la transformación de la especia humana a través de la tecnología. Es algo así como el eslabón perdido entre el ser humano y la inteligencia artificial.
Este movimiento plantea que el desarrollo de las creaciones humanas son la clave de la próxima evolución, dando como resultado a seres mejorados. Es una propuesta que desafía la existencia de un Dios.
Para muchos, se inspiró en la obra El superhombre, de Nietzsche, pero lo cierto es que se concretó en la década del ‘50, cuando el biólogo Julian Huxley acuñó el concepto en un escrito en el que, además, hacía un importante énfasis en el ambiente social a la hora de optimizar a los humanos.
“La especie humana puede, si lo desea, trascenderse a sí misma y no solo de forma esporádica, sino en su totalidad, como humanidad”. Julian Huxley.
Uno de los actuales líderes del transhumanismo es Max More, quien posee una visión mucho más radical que su fundador. Para el filósofo británico, el ser humano tiene el deber moral de perfeccionarse, por lo que todo sirve para lograr el resultado: manipulación genética, nanotecnología, clonación, cibernética, robótica, etc.
Lejos de la discusión, estas ideas confluyeron en la aparición de los primeros cyborgs, aquellas personas que incorporan elementos cibernéticos a su cuerpo. Gran ejemplo de ello es el británico Neil Harbisson, el primer hombre reconocido oficialmente como un cyborg.
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