Soluciones tecnológicas para la parálisis y las enfermedades genéticas: Las promesas del futuro de la medicina

Desde los bancos de microbiólogos del siglo XIX de Louis Pasteur y Robert Koch hasta la secuenciación del genoma humano en 2003, los últimos 200 años han visto avanzar la medicina a un ritmo extraordinario.

Las personas ahora disfrutan de vidas más largas y saludables que sus antepasados. Sin embargo, y como lo atestigua cualquier investigador médico, las ambiciones van mucho más allá.

Para evitar que la resistencia a los antibióticos anule el progreso de un siglo, los investigadores están compitiendo por reabastecerse de la armadura antibacteriana. Otros, en tanto, están explotando los datos generados por computadoras y teléfonos inteligentes para anticipar mejor los brotes de enfermedades infecciosas.

Según la prestigiosa revista Nature, la prevención de la enfermedad está jugando un papel cada vez más importante en la medicina.

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La intervención para proteger a las personas de enfermedades a largo plazo podría comenzar en los primeros momentos después del nacimiento. Y aunque una disminución de la salud en la vida posterior pueda parecer normal, hay un debate en curso sobre dónde termina el envejecimiento saludable y comienza la enfermedad.

El trabajo para ejercer un mayor control sobre los sistemas inmunes deshonestos, así como para desarrollar soluciones tecnológicas para la parálisis, es una promesa inicial. La llegada de la edición del genoma de CRISPR-Cas ha generado esperanzas de un uso generalizado de la terapia génica, pero mientras esta tecnología está ayudando a la búsqueda de nuevos medicamentos, también ha causado una de las mayores polémicas del 2018: bebés humanos genéticamente modificables.

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Mientras las barreras para acceder a los mejores tratamientos disponibles puedan ser eliminadas, el futuro de la medicina podría ser muy brillante, dice Nature. Y esa es parte de la reflexión.

El próximo Congreso Futuro 2019 tiene como pregunta fundamental “¿qué especie queremos ser?”. Una interrogante donde el laboratorio y la naturaleza deberán llegar a un acuerdo.