Por María Teresa Ruiz

No solo las personas deben tener sueños ambiciosos como guía que marca el camino de su desarrollo como persona, también los países deben tenerlos, deben soñar con un futuro mejor para todos sus habitantes, con un bienestar compartido que sea la base para el florecimiento de todos los talentos.

Por décadas los científicos hemos abogado por que haya más científicos en el país, esta no es una petición gremial, esta demanda surge del convencimiento de que más apoyo para la ciencia puede ser el motor del desarrollo de cualquier modelo de país que consideremos. Nunca hemos tenido éxito en este afán, gobierno tras gobierno de distintos colores, han hablado y prometido priorizar el desarrollo científico, los científicos nos ilusionamos, les creemos a las autoridades y luego nada o muy poco se concreta. Lo inexplicable es que los ejemplos de cómo la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI) han empujado el desarrollo de otros países abundan a nivel mundial y son países con modelos de desarrollo muy diversos.

Por fin en estos últimos años hemos visto concretarse la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología Innovación y Conocimiento, un gran logro gracias al gobierno anterior, al actual y a los parlamentarios de las diversas bancadas que lo apoyaron decisivamente. Por fin la ciencia tendrá una voz que la represente y una institucionalidad acorde con los desafíos del futuro.

Por fin vamos por el buen camino y si a eso sumamos las palabras del presidente Piñera en la ONU y en múltiples discursos en Chile y el extranjero que hablan de los desafíos del futuro; la robótica, la alfabetización digital, las bases masivas de datos, la ciberseguridad, etcétera, todo lo cual requiere de una población con más cultura científica, capaz de enfrentar los desafíos climáticos y desastres naturales (o no tan naturales) con más y mejores herramientas. En las palabras del presidente queda claro que entiende cabalmente cómo la ciencia y lo que de ella se deriva, están dando forma a la sociedad.

Por fin un líder que toma la bandera de la ciencia para avanzar en camino hacia el sueño de un país desarrollado de ciudadanos cultos y creativos.

En medio de mi optimismo sobre lo que estaba ocurriendo, recordaba los rostros escépticos de algunos colegas científicos cansados de soñar. Me sentí contenta de tener energía y optimismo para seguir caminando, acompañada de colegas extraordinarios, unidos por un sueño compartido.

En la última reunión de la Academia de Ciencias, hace una semana, solo vi rostros desesperanzados, ni siquiera mostraban su usual espíritu de batalla,

Las palabras del presidente que nos habían permitido soñar no se traducían en señales concretas, parecía que nuevamente no va a pasar nada, muchos auguran que puede ser peor de lo que había.

La ciencia nunca ha sido un tema de masas, no lo es en Chile ni en ningún país del mundo, son los liderazgos, los de verdad, los que pueden apostar por la ciencia, ya que es una apuesta a futuro y no a corto plazo.

Me resisto a perder la esperanza de que Chile llegue ser algún día un ejemplo mundial, no solo por su manejo económico, sino por la cultura, la educación y creatividad de sus habitantes.

Sigo soñando.

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