El poeta Walt Whitman declamaba “¿Me contradigo a mí mismo? ¡Sí, lo hago! Soy vasto, contengo multitudes”. La contradicción como parte de estar vivos.
Sin embargo, las cosas suenan menos poéticas cuando la contradicción afecta el destino del país y la calidad de vida de todos. Cuando afecta la protección de nuestros ecosistemas vulnerables, la posibilidad de que nuestros niños desplieguen sus sueños y talentos, a quienes nos gusta llamar -el futuro de Chile-, de construir cohesión social y un relato épico con líderes positivos.
El presidente de la República, Sebastián Piñera, en foros internacionales declara su preocupación y decisión de trabajar por el futuro de nuestro país y de sus habitantes, sosteniendo correctamente que la velocidad y masividad de los avances tecnológicos y científicos están transformándolo todo.
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Representantes de todos los sectores manifiestan su malestar por la falta de innovación y desasosiego por las amenazas de la inteligencia artificial, el desafío de la ciberseguridad y la transformación digital.
Los ciudadanos nos escandalizamos, con la aún mala calidad de la educación de nuestros niños, por la falta de pensamiento crítico, de creatividad y de preparación para el mundo que estamos viendo se instala. Queremos energías limpias, mejor salud, y no falta foro o conversación donde nos llenamos la boca diciendo cuánto nos importa el futuro.
Aprobamos con bombos y platillos la creación de un Ministerio de Ciencias, Tecnología, Innovación y Conocimiento (pequeño desafío), y es orgullo nacional ser el país que alberga los observatorios astronómicos más avanzados del mundo, una tangible marca país que es reconocida internacionalmente.
Y de pronto, así nomás, se anuncia que el presupuesto que se presenta al Senado para el desarrollo científico del país se recorta en algo más de un 4%.
¿Nos contradecimos como país? ¡Sí, claro que lo hacemos! Y dan ganas de protestar.
Claudia Bobadilla
Presidenta
Fundación RAD
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