La evaluación de la actividad científica en Chile y el mundo ha estado, durante mucho tiempo, dominada por métricas que, aunque intentan ofrecer una perspectiva objetiva del impacto y calidad de la investigación, resultan ser insuficientes y engañosas. La dependencia en indicadores como el factor de impacto de las revistas ha demostrado limitar la percepción del verdadero valor de la ciencia, subestimando contribuciones que no se reflejan en números ni rankings. Esta visión reduccionista contrasta con la esencia misma de la ciencia, que debería aspirar a una objetividad que trascienda las cifras y capture la riqueza de sus aportes.
Durante el seminario internacional que organizaron de manera conjunta la Universidad Autónoma de Chile y la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) el pasado 31 de julio, pudimos observar que existe cierto consenso en que debemos avanzar a nuevas formas de evaluación del sistema científico. Las presentaciones de la Dra. Eva Méndez, de la Coalition for Advancing Research Assessment (CoARA), y la Dra. Pilar Paneque, directora de ANECA, fueron aplaudidas por los asistentes y autoridades universitarias, quienes recalcamos la necesidad de dar un paso más allá.
“Hemos convertido el sistema científico en una máquina de hacer papers, no en una máquina de cambiar la sociedad”, sostuvo en la jornada la Dra. Eva Méndez y no deja de tener razón. Hoy estamos reduciendo el conocimiento a meras estadísticas y las contribuciones de los investigadores no están siendo apreciadas en su complejidad. Iniciativas como la Declaración de San Francisco sobre la Evaluación de la Investigación (DORA) y la Coalición para el Avance de la Evaluación de la Investigación (CoARA) proponen principios que desafían esta manera actual de medir el impacto científico y nos instan a considerar la calidad intrínseca del trabajo, su impacto social, su influencia en la política y una gama de resultados más amplios.
Adoptar estos principios en Chile requiere un cambio profundo en nuestras instituciones académicas, organismos de financiamiento y reguladores. No basta con simplemente declararlo; es necesario reestructurar los criterios de evaluación para reflejar el verdadero valor de la investigación. Las agencias de financiación y las universidades deben ser transparentes sobre los parámetros que utilizan, incorporando tanto métricas cualitativas como cuantitativas. Solo así se podrá valorar adecuadamente el impacto de la investigación en la práctica y en la sociedad.
Chile tiene la oportunidad de liderar este cambio en América Latina. Si adoptamos prácticas de evaluación más justas y diversas, podemos asegurar que nuestra producción científica no solo sea reconocida internacionalmente, sino que también contribuya significativamente al desarrollo y bienestar de nuestra sociedad.
El seminario internacional sobre la “Evaluación Justa de la Ciencia y Calidad del Sistema de Educación Superior en Chile”, marca un hito importante en nuestro país y nos ofreció una oportunidad para reflexionar, pero también para evaluar los siguientes pasos. Cambiar el sistema de evaluación requiere un compromiso continuo y decidido de las autoridades y de toda la comunidad académica.
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