La pandemia del COVID-19 nos ha enseñado muchas cosas, desde prestarle más atención a nuestra salud mental hasta ser más conscientes de los desechos que producimos. Sin embargo, también ha sacado a la luz un secreto a voces: la deuda educacional de Chile con niños y niñas.
Fue la pandemia la que “reveló” la enorme brecha educacional existente en el país, cuando salieron a luz varias historias de niños en pueblos remotos que debían viajar kilómetros para tener señal y así conectarse a clases, o de profesores que visitaban a sus alumnos que no podían conectarse.
En este contexto nacional, Conectado Aprendo es una fundación que inició bajo el sueño de un grupo de universitarias que querían hacer clases personalizadas y online a niños perjudicados con el cierre de colegios debido a la pandemia.
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A dos años de su creación, han logrado la cifra no menor de 1.500 tutores y 1.500 niños inscritos.
Para conocer más sobre esta iniciativa que ha permitido a niños de 13 regiones del país reforzar las materias que más le complican, en Futuro 360 conversamos con María Ignacia Lewin, coordinadora general de Conectado Aprendo y ganadora del Premio Mujer Impacta 2021, quien detalla que el retorno presencial genera “una sensación muy falsa de que el tema de la educación ya está resuelto”.
“Estamos entrando en una etapa donde la nivelación es una urgencia nacional y que puede ser incluso más peligroso que durante la pandemia, porque ahí era muy evidente lo que se necesitaba, pero ahora, como los papás están volviendo a trabajar, los niños volvieron en el fondo a su escuela y liceo. Está la sensación de que hay como un espejismo de normalidad que no nos deja ver todos los vacíos enormes en que han quedado los aprendizajes de todos los niños y niñas de nuestro país”, menciona.
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En los pocos años de haberse lanzado al público, la fundación ha logrado grandes avances en el reforzamiento educacional, lo que ha permitido conectar a chilenos voluntarios que residen en el extranjero para hacer tutorías a niños de entre 1º Básico a 4º Medio.
En palabras del Premio Mujer Impacta 2021, esta fórmula no es un reemplazo a la presencialidad, sino un apoyo en el que personas entregan una hora de su tiempo para ayudar a niños.
“La crisis fue un espacio para innovar”, dice María Ignacia Lewin.
El proyecto ha logrado mitigar cifras de deserción escolar en plena pandemia y posee 4 pilares socioemocionales que se aplican en los primero 10 minutos de la clase -con la ayuda del Laboratorio de Educación de la Universidad Católica-, lo que permite crear un lazo de confianza entre alumno y tutor.
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Los pilares son:
- Mentalidad de crecimiento: Demostrarle al niño o niña que no importa dónde nació o lo que le han dicho en su vida; él o ella puede seguir aprendiendo y ser lo que quiera.
- Propósito: Que el alumno o alumna desarrolle un propósito que lo mueva para dedicarle una hora de su vida al estudio.
- Autogestión: Con el tutor establecer los tiempos de las actividades.
- Sentido de pertenencia: Es el vínculo que se genera con el otro. En este caso, pese a las pantallas, la relación entre tutor-alumno es más profunda.
“Todo ello ha enseñado que si bien, claro, las pantallas son un poquitito más frías, más distantes, podemos sacar un buen provecho de ellas y en el fondo estos primeros 10 minutos de nuestras tutorías para nosotros son la magia de Conectado Aprendo. De hecho, te diría que incluso son más importantes que el reforzamiento académico mismo, porque en el fondo estos primeros 10 minutos son los que te predisponen la cabeza, el corazón a querer aprender”, destacó Lewin.
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¿Cómo funcionan las clases?
Como si se tratase de un Tinder académico, cada alumno que se inscribe en el sitio web debe rellenar una serie de campos similares a los que los tutores completan.
¿Cuándo ocurre el Match? Mediante un software, se le entrega al equipo el perfil del alumno con una serie de “match” o posibles tutorías. Esto está relacionado con aristas cómo la clase que solicita el alumno y los horarios.
El futuro de Conectado Aprendo
El equipo de la fundación no supera las 10 personas y ahora se viene un gran desafío: encontrar a 2.500 personas que quieran participar de este proyecto y entregar una hora para tutorías -no es necesario ser profesor de profesión, basta con tener los conocimientos básicos y la motivación-, ya que “2.500 niños aparecen fácil, pero necesitamos que aparezcan 2.500 tutores”.
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Asimismo, el modelo se encuentra en conversaciones para ser replicado en el extranjero, específicamente Ecuador, quienes han logrado observar cómo esto puede ayudar a los niños en una época marcada por el COVID-19.
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