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Mientras los dinosaurios vagaban y controlaban la superficie de la Tierra, los reptiles voladores llamados pterosaurios dominaban los cielos.
Para comprender cómo estos animales lograron crecer tanto y aguantaban el peso de su cabeza, un grupo de paleontólogos de la Universidad de Portsmouth, en Inglaterra, se centró en los azdárquidos, una familia de pterosaurios que variaba en tamaño, por ejemplo podían poseer una extensión como la de un gato hasta la de un avión Cessna 172.
Como cualquier animal que quisiera volar, sus esqueletos estaban hechos de delgadas y ligeras paredes de huesos, pero con cuellos de 1,5 metros, más largos que el de una jirafa.
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Estudios anteriores demostraron que los cuellos de los azdárquidos no eran muy flexibles. Entonces, ¿cómo evitaron estas gigantescas criaturas romperse el cuello cada vez que capturaban una presa o al volar se encontraban con fuertes vientos en contra?.
Para averiguarlo, el equipo se centró en cinco vértebras cervicales que se habían descubierto, las cuales aún conservaban su estructura tridimensional, mediante tomografías computarizadas.
Como suponían antiguos estudios, los huesos del cuellos de estos animales poseían una estructura de tubo dentro de un tubo, donde el interior del tubo neutral contiene la médula espinal. Sin embargo, para sorpresa del equipo las tomografías computarizadas revelaron una intrincada y única estructura de soporte en su interior.
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“Es diferente a todo lo visto anteriormente en una vértebra de cualquier animal. El tubo neural se coloca centralmente dentro de la vértebra y está conectado a la pared externa a través de una serie de trabéculas delgadas en forma de varilla”, explicó Dave Martill, autor del estudio.
De esta manera, indican que la evolución los transformó en criaturas asombrosamente aviadoras y eficientes. Además, agregaron que tan solo 50 de estos radios habrían aumentado el peso del animal, y su cuello podía soportar el 90% del peso.
Los hallazgos entregan nueva evidencia que los pterosaurios poseían una biología fascinantemente avanzada y el estudio fue publicado en la revista iScience.
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