The Master and Fellows of Trinity College

(CNN) — Si bien hoy en día es posible que comas un plato de sopa de pollo para combatir un resfriado, un nuevo proyecto que descubrió manuscritos de hasta 1.000 años de antigüedad revelan los extraños remedios médicos recomendados en la era medieval.

La violencia de la sociedad medieval se detalla en las recetas, desde horripilantes tratamientos derivados de animales hasta consejos sobre cómo reparar huesos rotos o determinar si se ha fracturado un cráneo.

La Biblioteca de la Universidad de Cambridge del Reino Unido ha lanzado un proyecto de dos años para digitalizar, catalogar y conservar los más de 180 manuscritos medievales que contienen aproximadamente 8.000 recetas médicas escritas a mano y sin editar.

La mayoría de los manuscritos datan de los siglos XIV o XV, y el más antiguo tiene 1.000 años de antigüedad. Algunos son simples libros de bolsillo diseñados para ser transportados y podrían haber sido hechos por los mismos médicos, según un comunicado de prensa de la Universidad de Cambridge el miércoles.

Dibujos de frascos de orina, que ilustran los diferentes colores de la orina de un paciente, con sus dolencias descritas en círculos arriba, siglo XV. Crédito: The Master and Fellows of Trinity College; cambridge.

Las recetas suelen constar de una breve serie de instrucciones sencillas, similares a un libro de recetas o de cocina de hoy en día.

En los textos, hay ingredientes comunes con los que estamos familiarizados hoy, incluidas hierbas como la salvia, el romero, el tomillo y la menta, así como especias como el comino, la pimienta y el jengibre.

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Sin embargo, también hay algunos ingredientes cuestionables, en particular los derivados de animales.

Receta “para la enfermedad del sudor”, insertada en una compilación de información doméstica, siglo XV. Crédito: Biblioteca de la Universidad de Cambridge.

¿Sufres de gota? Un tratamiento medieval consistía en rellenar a un cachorro con caracoles y salvia y asar al animal sobre el fuego. Luego, la grasa extraída se usaba para hacer un ungüento.

Una receta alternativa proponía salar un búho y hornearlo hasta convertirlo en polvo y mezclarlo con grasa de jabalí para hacer un ungüento para frotar sobre el cuerpo de la víctima.

¿Qué pasa con las cataratas? Una receta sugería mezclar vesícula biliar de liebre con miel y aplicarla en el ojo con una pluma. Este es un tratamiento de tres noches.

Diagrama del cuerpo humano, que muestra las venas que se abren para la extracción de sangre, siglo XVI. Crédito: The Master and Fellows of Trinity College; cambridge

“Estas recetas son un recordatorio del dolor y la precariedad de la vida medieval: antes de los antibióticos, antes de los antisépticos y antes de los analgésicos como los conoceríamos todos hoy”, dijo James Freeman, especialista en manuscritos medievales de la Biblioteca de la Universidad de Cambridge quien lidera el proyecto Curious Cures.

“Detrás de cada receta, por lejana que sea, hay una historia humana: Experiencias de enfermedad y de dolor, pero también el deseo de vivir y de estar sano. Algunos de los más conmovedores son aquellos remedios que hablan de las esperanzas o trágicas desilusiones del pueblo medieval: Una receta ‘para hacer que un hombre y una mujer tengan hijos’, para saber si una mujer embarazada lleva un niño o una niña, y ‘para dar a luz a una mujer de un niño muerto'”, agregó.

Diagrama de diagnóstico que relaciona la edad, el temperamento, las estaciones y los elementos de un paciente, siglo XIV. Crédito: The Master and Fellows of Trinity College; cambridge

Carne que crece en el ojo del hombre, úlceras virulentas y cánceres son solo algunas de las inquietantes dolencias reveladas en los recetarios que afectaban a los pueblos medievales.

Las imágenes digitales de los manuscritos, junto con las descripciones detalladas y las transcripciones producidas por los catalogadores del proyecto, se publicarán y estarán disponibles gratuitamente para que cualquiera pueda acceder a ellas en la Biblioteca Digital de Cambridge, dijo Freeman.

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“El objetivo es ayudar tanto a los investigadores como al público a comprender, estudiar y valorar estos artefactos únicos e insustituibles”, añadió.

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