El 12 de febrero de 1984, falleció en Francia el escritor e intelectual argentino Julio Cortázar. En París escribió la mayor parte de su obra, entre cuentos, novelas, poesías, cartas, críticas, traducciones y más, amasó una gran pluma.
Al mediodía y después de 10 días de agonía, murió producto de una leucemia en el hospital de Saint Lazare. Apasionado por la lectura y la escritura desde muy joven, se convirtió en uno de los máximos referentes de la literatura argentina y Latinoamérica, al convertirse en autor de Los premios, Rayuela, Bestiario, Todos los fuegos el fuego o Final de juego.
En la cumbre de la literatura contemporánea, fue un verdadero renovador de la estructura del lenguaje, que juega con elementos fantásticos sin perder nunca su conexión con la realidad. Durante toda su vida, Cortázar compaginó su aventura poética con la causa política.
“Desde pequeño, mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferencia de mi relación con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas”, escribió en 1963.
Nació en Bélgica en 1914, fue el mayor de dos hermanos y su padre abandonó a familia en su tierna infancia, por ello los crió su madre. En su adultez, fue miembro activo de Amnistía Internacional, asociaciones de Derechos Humanos, frentes democráticos de defensa del pueblo, frentes de liberación nacional y otras causas revolucionarias.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos– Rayuela, capítulo 7.
Para entonces los críticos habían declarado que Rayuela, era a América Latina lo que el Ulises de Joyce a Europa.
«Querer a las personas como se quiere a un gato, con su carácter y su independencia, sin intentar domarlo, sin intentar cambiarlo, dejarlo que se acerque cuando quiera, siendo feliz con su felicidad». Julio Cortázar. pic.twitter.com/qAS4YimHH7
— J.J. Muñoz-Rengel (@jjmunozrengel) February 2, 2023
Una calle en Buenos Aires posee su nombre y en la misma se localiza el bar Rayuela, luego hacia la calle Artigas se encuentra el edificio en el que residió durante años. La placa que está en la entrada dice lo siguiente: “En este edificio vivió Julio Cortázar, el clima del barrio Rawson y Agronomía está presente en varios de sus cuentos”.
Julio fue un cronopio. Los cronopios son de pensamiento romántico, de mente poética, son pasionales, con tendencia a soñar y con facilidad para apreciar la belleza. Idealistas, y antisociales, más desordenados que el cajón de tu escritorio. Con su libro Historias de Cronopios y de Famas (1963) del escritor da vida a estos personajes, junto a los “famas” y “esperanzas”.
El “cronopio mayor” dio su última bocanada de aire hace 39 años. Pero su nombre resuena y trasciende hasta nuestros días.
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