Los neandertales y los denisovianos se adaptaron de forma independiente a una amplia gama de entornos geográficos. Sin embargo, aún no se sabe mucho sobre como vivían estas especies arcaicas.
Una nueva investigación desarrollada por la Universidad de Duke y la Universidad Paris Saclay, buscó comprender y analizar los genes de nuestros antepasados para encontrar pistas sobre su quehacer diario, particularmente cómo olían.
El equipo no quería conocer cuál era el hedor que desprendían, sino que comprender la sensibilidad del olfato.
Para comenzar este estudio, se analizó minuciosamente la base de datos de los genomas de estos humanos arcaicos –incluidos los reunidos por el Premio Nobel Svante Pääbo-. Luego se comparó su sensibilidad con la de un humano moderno.
Con esta información, el equipo creo 30 receptores de olor de cada homínido en el laboratorio y descubrieron que la mayoría de los receptores de nuestros antepasados y nosotros, son capaces de detectar los mimos olores en todo ámbito.
La diferencia se encuentra en su sensibilidad.
Los neandertales son menos sensibles a los siguientes olores:
- Especiados.
- Dulces.
- Mentolados.
- Florales.
- Sudor y orina.
En cuando a los denisovanos son menos sensibles a los aromas florales y eran cuatro veces mejores que nosotros para detectar olores “sulfurosos”. Además, son tres veces más sensibles a los aromas balsámicos, como:
- Dulces y espesos como la vainilla y chocolate.
Algo interesante de ellos, es que respondieron bien al olor de la miel, por lo que el equipo sugiere que podría tratarse de su alimento favorito.
“No sabemos qué comieron los denisovanos, pero [hay] algunas razones por las que este receptor tiene que ser sensible. Cada especie debe desarrollar receptores olfativos para maximizar su aptitud para encontrar alimento. En los humanos es más complicado porque comemos muchas cosas. No estamos realmente especializados”, detalló Hiroaki Matsunami, coautor del estudio publicado en PMC PubMed Central.
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