La dinastía Qing fue un gran imperio multicultural que duró casi tres siglos en China. Caracterizado por un gran crecimiento económico, en 1820 ocupó el primer puesto en este ámbito a nivel mundial.
Pero todo lo que sube, tiene que caer y el tiempo hizo lo suyo hasta que en 1912 colapsó junto a sus gobernantes. ¿Qué fue lo que llevó al colapso? Investigadores de Complexity Science Hub (CSH), en Viena, quisieron averiguarlo.
Peter Turchin, investigador principal del análisis, junto a sus colegas aseguran que existen por lo menos tres elementos clave que provocaron una gran presión sociopolítica.
El derrumbe de la dinastía Qing
Encontrar las causas clave implicó revisar la Teoría Demográfica Estructural (TED), que permite comprender cómo grandes acontecimientos (la guerra y la recesión, por ejemplo) pueden sacudir y desestabilizar una sociedad.
“Asumir que es una cosa del pasado y que no puede repetirse sería un error. Tales cambios pueden De hecho sucede porque los mecanismos subyacentes guardan similitudes sorprendentes”, señaló Turchin en un comunicado.
El estudio de la revista PLOS ONE identificó los siguientes factores:
El crecimiento de la población
Los nacimientos se cuadruplicaron entre 1700 y 1840. Esto significó menos tierra para cada persona, lo que en economía se llama “tierra per cápita”. Afectó más a las comunidades rurales.
La competencia por puestos de trabajo de élite
Los expertos identificaron una mayor competencia por puestos de trabajo de élite. En el mercado laboral, cientos de personas solicitaban el mismo puesto y la situación se volvió muy difícil en 1796. La falta de oportunidades para ascender en las filas burocráticas condujo a una crisis impulsada por un grupo de aspirantes a élite descontentos.
Un caos financiero
Entre la represión del malestar, la reducción de la productividad y un déficit comercial, la dinastía Qing se encontró en un caos financiero.
“La ausencia de un sistema bancario central moderno durante este período contribuyó aún más a las estrictas restricciones fiscales que enfrentaron los Qing. El Estado no pudo ‘pedir prestado’ o recurrir en gran medida a deuda futura para financiar estos gastos que continuaron aumentando durante el siglo XIX”, se lee en el estudio.
“No somos profetas. Nuestro objetivo principal es comprender las dinámicas sociales, que luego podemos aprovechar para hacer pronósticos”, planteó Georg Orlandi, coautor de la investigación.
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