La contaminación que está afectando a los océanos ha hecho que tanto empresas como ciudadanos tomen conciencia y busquen formas de cooperar con el cuidado del medioambiente.
Si bien en algún momento el mercado promovió el uso de plástico en sus envases, hoy la tendencia está en reversa. El uso de botellas retornables es una muestra de aquello, sobre todo en negocios pequeños.
“La mayoría de nuestros clientes son vecinos del sector, por eso traen sus envases retornables para llevar sus bebidas. Creo que lo hacen por un tema económico, pero también por no botar el plástico”, asegura Jeannete Barraza, dueña de un pequeño almacén, que es testigo del empeño de muchas personas por no acumular botellas desechables.
Precisamente, este simple acto ha convertido a Chile en líder en el uso de envases retornables en la región. De hecho, en nuestro país más del 70% de las ventas de gaseosas son en este formato. Pero ojo, esta cifra se construye mayoritariamente gracias a los almacenes.
“Los envases retornables son nobles, porque es muy difícil que se conviertan en desechos. Si quedan en una casa, en algún momento se usan. Se trata de botellas de buena calidad. La gracia que tienen es que después de su uso tienen otra vida”, señala Luis Cifuentes, profesor de Ingeniería Industrial de la Pontificia Universidad Católica.
Según una investigación del Departamento de Ingeniería y Gestión de la Construcción (DICTUC), el uso de envases retornables ayudaría a disminuir en 14 veces la cantidad de residuos en rellenos sanitarios.
Y la razón está a la vista: una botella de plástico retornable puede llegar a usarse 12 veces, mientras que una de vidrio puede dar 35 vueltas antes de dejar de utilizarse.
“Tenemos la ventaja que el envase retornable siempre llega de vuelta a la planta cuando termina su vida útil. Por lo tanto, nos aseguramos de que va a terminar en un proceso 100% reciclado”, señala Felipe Daniel, gerente técnico de Coca-Cola Chile.
Pero ¿cómo funciona el proceso de la retornabilidad? Es simple: una vez que las botellas llegan a las plantas, pasan por un proceso de higienización, de forma que queden completamente inocuas para volver a usarse.
“Cada envase pasa por sucesivos enjuagues en estanques con concentraciones de soda, aditivos y altas temperaturas, además de rociadores mecánicos, que retiran todas las impurezas por dentro y por fuera”, explica el representante de Coca-Cola Chile.
Después de eso, las botellas se llenan y vuelven a un almacén. Ahí quien la compre ayudará a reducir las emisiones de CO2 y contribuirá a que, poco a poco, el plástico salga de circulación.
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