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La sondas espaciales robóticas Voyager 1 y 2 fueron lanzadas por la NASA en 1977 con el objetivo de explorar Júpiter y Saturno y planetas que se encuentren más allá del sistema solar.
Voyager 1 sobrevoló Júpiter en 1979 y luego Saturno a finales de 1980. Ya en agosto de 2012 cruzó la heliopausa, el punto que marca el límite de la influencia del sol, es decir, el punto donde se encuentra nuestro sistema solar y el espacio interestelar.
Una estudiante de doctorado en astronomía de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, Stella Koch Ocker, examinó los datos que fueron enviados por la sonda lentamente desde más de 14 mil millones de kilómetros de distancia y descubrió la emisión captada por los instrumentos de la nave.
“Es muy débil y monótono, porque está en un ancho de banda de frecuencia estrecho”, señaló.
“Independientemente de lo que esté haciendo el sol, la Voyager está enviando detalles. La nave dice: ‘Aquí está la densidad por la que estoy nadando ahora mismo. Y aquí está ahora. Y aquí está ahora. Y aquí está ahora.’ La Voyager está bastante distante y lo hará continuamente“, agregó.
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El equipo de investigación señala que luego que Voyager 1 ingresó al espacio interestelar, su instrumento Sistema de Ondas de Plasma detectó unos zumbidos constantes de gas interestelar, conocido como ondas de plasma.
A diferencia de las erupciones causadas por el sol, estas son unas emisiones constantes y persistentes producidas por el vacío del espacio que se han mantenido de forma constante por tres años.
“Nunca hemos tenido la oportunidad de evaluarlo. Ahora sabemos que no necesitamos un evento fortuito relacionado con el sol para medir el plasma interestelar“, explicó Shami Chatterjee, científica investigadora de Cornell.
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Teniendo en cuenta que la nave viaja a una velocidad de 61 mil kilómetros por hora, los científicos señalan que este plasma se encuentra en un área de casi 1.500 millones de kilómetros.
Ocker explica que esta investigación permitirá comprender cómo el medio interestelar interactúa con el viento solar y cómo la burbuja protectora de la heliosfera del sistema solar se moldea y modifica por el entorno interestelar.
Por el momento la sonda es el objeto creado por humanos que más lejos se encuentra, pero ingenieros del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de la NASA esperan que se mantenga activa gasta aproximadamente 2025, ya que sus generadores de radioisótopos termoeléctricos no serán capaces de suministrar energía suficiente a la nave para que siga explorando y enviando datos sobre el espacio profundo.
La investigación fue publicada en la revista Nature Astronomy.
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