Durante décadas, los seres humanos han buscado viajar al espacio y descubrir sus confines. Los viajes de los astronautas a la luna y a la Estación Espacial Internacional (EEI) son sólo el primer paso de lo que sería una serie de misiones a los sectores inexplorados del cosmos.

Sin embargo, estas misiones tienen costos para los humanos, ya que sus cuerpos no están adaptados para enfrentar la exposición a la gravedad y la radiación. Realizar estudios no ha sido fácil para los expertos, debido a la poca cantidad de personas que ha estado en el espacio.

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Debido a esto, más de 200 científicos decidieron unir sus conocimientos, logrando recopilar el mayor conjunto de datos sobre biología espacial hasta la fecha, en una investigación que incluye astronautas, ratones e insectos que han ido a la EEI.

Los más de 30 estudios que se realizaron identificaron seis cambios moleculares clave que tendrían un serio impacto en la salud de los astronautas: Daño en el ADN, estrés oxidativo, alteraciones de la longitud de los telómeros, cambios en el microbioma, disfunción mitocondrial y regulación genética.

El estrés oxidativo se relacionó a cambios moleculares observados, lo que tendría efectos en el sistema cardiovascular, nervioso central, musculoesquelético, inmunológico y gastrointestinal, además de provocar alteraciones en los ritmos circadianos y cambios en la visión de los astronautas.

Por otra parte, se detectó evidencia de daños en el ADN, descubriendo que los telómeros de los viajeros espaciales se alargaron debido al estrés oxidativo crónico. Los telómeros actúan como tapas en los extremos de los cromosomas para protegerlos.

Asimismo, los expertos creen que el origen de muchas de las alteraciones a la salud que sufren los astronautas vendría de un problema más amplio, el que se llama disfunción mitocondrial. Las mitocondrias generan la energía química necesaria para las células, pero al exponerse a una gravedad o radiación alterada funcionan incorrectamente.

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Finalmente, una investigación analizó a moscas nacidas en la EEI y descubrió que sus corazones eran más pequeños y menos eficientes para bombear sangre, por lo que los viajeros en misiones prologadas podrían sufrir algo similar. Los corazones de estos insectos son similares a los de las personas cuando están en el útero.

Los científicos consideran importante lograr comprender estos cambios, ya que en un futuro no muy lejano se planean misiones de vuelos espaciales de largo plazo a lugares como Marte. La colección de 30 estudios fue publicada en una serie de artículos en la revista Cell y otras afiliadas.

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