Este 3 de noviembre de cumplieron 63 años desde el inicio de la odisea de Laika, el primer ser vivo de la Tierra en llegar al espacio, en un viaje que pagó con su vida.
El destino de este can fue trazado el día en que fue recogida desde las frías calles de Moscú con la finalidad de incluirla en el programa espacial soviético, siendo lanzada a bordo del Sputnik 2 en 1957.
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Su trágica misión se remonta a la Guerra Fría, cuando la Unión Soviética se enfrascó en una vertiginosa carrera espacial contra Estados Unidos. Esta disputa por el poder se vio especialmente en la propaganda e información circulante durante esos años.
En ese entonces, pese al triunfo soviético de poner en órbita el primer satélite artificial de la historia, el dirigente Nikita Kruschov buscaba alcanzar un nuevo logro con la cual superar al país norteamericano.
Ante la imposibilidad de enviar a seres humanos, debido al desconocimiento sobre los efectos de la puesta en órbita y a la poca fiabilidad de los diferentes sistemas de soporte vital, es que se optó por enviar a perros de la calle ya que eran considerados más resistentes.
Sin embargo, en ese entonces no existía la tecnología adecuada para asegurar un retorno a la Tierra, como tampoco el tiempo necesario para desarrollarla debido a la premura del líder soviético. Por esta razón, desde el inicio de la misión se supo que el viaje involucraba la muerte de Laika.
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Tras ser enviada, el gobierno soviético manifestó que el noble animal había muerto sin dolor y usando eutanasia tras una semana en el espacio. Solo tras la caída de la Unión Soviética se supo que la perra murió seis horas después del lanzamiento producto de un paro cardíaco a causa de la hipertermia.
“Cuanto más tiempo pasa, más lamento lo sucedido. No deberíamos haberlo hecho (…) lo que aprendimos de esa misión no fue suficiente como para justificar la muerte de la perra”, manifestó 30 después de lo sucedido, Oleg Gazenko, uno de los científicos del programa espacial, según consigna National Geographic.
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