“Es más fácil para mi guiarme por la luna, el sol, las estrellas. Y si no están las estrellas, nos ubicamos por la ‘hondanía‘ de la mar”, asegura Carlos Castro, vocero de la caleta El Membrillo, en Valparaíso.
Carlos es quizás uno de los pocos que sigue ocupando este método para orientarse sobre el mar que, para los tiempos y la tecnología de hoy, puede parecer obsoleto.
Sin embargo, esta técnica hizo que hace más de 100 años un grupo de astrólogos llegara hasta el cono sur interesados en medir la distancia entre la tierra y el sol para mapear las estrellas. Todo con el objetivo de encontrar una forma de orientar a las embarcaciones.
La historia comienza en el museo Lord Cochrane, en Valparaíso, considerado por algunos expertos como el “Big Bang” de la astronomía en el país. En dicho lugar durante el año 1843, Juan Mouat, un astrónomo amateur, instaló el primer telescopio que le permitió hacer observaciones relevantes para el conocimiento de la época.
Un año más tarde, James Melville Gillis, astrónomo del observatorio naval de Estados Unidos, decidió venir a Chile para establecer un centro complementario al que operaba en Washington.
Este terminaría por instalarse en 1852 en un antiguo fuerte español sobre el Cerro Santa Lucia. “En esa época no había contaminación lumínica, no existía luz eléctrica y Santiago era una ciudad de sólo 100 mil habitantes, por lo tanto, la cantidad de noches despejadas durante el año eran suficientes”, señaló Mario Hamuy, astrónomo y Premio Nacional de Ciencias Exactas.
Allí, con diferentes instrumentos, comenzaron a hacer observaciones que complementaron las que se realizaban en Estados Unidos. Seis años después, este centro se trasladaría a Quinta Normal.
A fines de los 50, se dio inicio a la construcción de la cuarta sede del Observatorio Astronómico Nacional en el Cerro Calán, pero no fue hasta cuatro años más tarde que sus operaciones comenzaron oficialmente.
En 1859 llegó otro contingente de astrónomos norteamericanos que, junto a expertos de la Unviersidad de Chile, recorrieron desde Farellones hasta Copiapó para analizar dónde era óptimo instalar el observatorio americano, lo que finalmente se tradujo en la construcción del Observatorio Tololo en 1962.
“En ese sentido, la astronomía ha servido para extender el conocimiento que tenemos del mundo que nos rodea y es una información complementaria que uno va teniendo”, concluyó Luis Paredes, de la Sociedad Astronómica de Valparaíso.
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