Los servicios ecosistémicos y la naturaleza en sí misma, son factores que pueden ayudar a las ciudades a ser más resilientes ante el cambio climático o desastres naturales. Sin embargo, los planes de control no han sido eficaces a la hora de la regulación medioambiental. Valdivia es un claro ejemplo de activos servicios ecosistémicos que se deben proteger.
Han pasado casi seis décadas desde el terremoto más fuerte registrado en el planeta, el mismo que fracturó la costa entre Concepción y Chiloé, y transformó definitivamente Valdivia, lugar que se sigue eligiendo como laboratorio debido a su diversidad ecosistémica.
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“Su identidad tiene que ver con la resiliencia, y por eso resulta tan importante estudiarlo. Se sigue eligiendo como un laboratorio donde se pueden testear distintas formas. La ciudad, de alguna manera, funciona gracias a la estructura natural que tiene”, asegura Javiera Maira, urbanista Red UREX.
“En Valdivia llueve mucho y ¿a dónde va el agua? Está lleno de espacios en Valdivia que son, por ejemplo, humedales o pequeños bosques que aún quedan en la ciudad, y que absorben el agua. Si Valdivia estuviera completamente pavimentada, no tendríamos esos servicios ecosistémicos”, explica Olga Barbosa, Seremi de Ciencia de la macrozona sur.
Sin embargo, relevar el aporte de los servicios ecosistémicos no resulta fácil ante la estructura de los planes reguladores. Según Javiera Maira, estos no contemplan la regulación ambiental, sino que regulan el uso de suelo para la edificación, teniendo como foco a las personas que lo habitan, y no la conservación ambiental. Por lo mismo, para ciudades como Valdivia ha sido difícil poder conservar estos espacios.
“Hay muchas ciudades como Portland en Estados Unidos que han tenido que reconstituir su naturaleza dentro de la ciudad para hacerla más resiliente al cambio climático, mientras que nosotros estamos en un proceso contrario. Por lo tanto, si lo conservamos y lo cuidamos, lo que podemos lograr es generar mayor resiliencia de la ciudad ante eventos climáticos extremos”, dice Olga Barbosa.
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Para hacer resiliente a la ciudad, es necesario tener una visión social, ecológica, ambiental y tecnológica, que recoja experiencias comunes con otras ciudades, pero considere las variables propias.
“Cuando un lugar está en proceso de inundación, y los datos climáticos dicen que serán cada vez más recurrentes, la solución tradicional sería poner el tubo más grande. Acá la alternativa no es poner un tubo, sino que ocupar ese espacio, y esos recursos para generar un espacio abierto, que permita que se inunde, pero que el resto de días del año sea un espacio para la familia”, comenta Cristóbal Lamarca del Consorcio Activa Valdivia.
Para poner en práctica este tipo de soluciones, el consorcio Activa Valdivia está generando alianza entre el conocimiento de la academia, la misión pública y el aporte privado en la construcción de estructura híbrida.
“Desde el servicio público, con los datos científicos, se ha puesto en el paradigma un diseño no a modo de terraplén (como está acá) sino que una solución de puente, cosa que se entienda que un humedal no es un pantanal, sino que es un cuerpo de agua que está en movimiento y que el agua acá, al estar con la influencia de la marea, sube, entra a la ciudad y también sale”.
Por vocación o historia, los valdivianos se han sensibilizado. Su experiencia es un ejemplo a replicar para que la protección de los servicios ecosistémicos haga resilientes las ciudades.
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