La economía circular cobra cada vez más fuerza en nuestro país. Es un proceso que promueve la producción a partir de la reducción y el reciclaje de materia, contribuyendo a disminuir la contaminación, ambiental y alineando objetivos de desarrollo sostenible.

En palabras simples, consiste en un sistema de aprovechamiento de recursos protagonizado por la reducción, reutilización y reciclaje. Se desvirtúa de la filosofía de un sólo uso para que ningún elemento se pierda y su utilización sea maximizada al mayor grado posible.

El actual modelo económico potencia un consumo sólo existente a corto plazo, lo que lleva al planeta a una situación insostenible y desprendida del ciclo natural de los ecosistemas.

En la naturaleza, la basura no existe, pues todo elemento que la compone mantiene una función de manera continua y es reutilizado a través de distintas etapas.

Un ejemplo de esto serían las heces, que si bien, las personas consideran basura, en la naturaleza mantienen un ciclo: son expulsadas de modo biológico y posteriormente resultan muy útiles como un elemento botánico para fertilizar la flora.

En la economía circular, los residios se convierten en recursos, se eliminan los combustibles fósiles y se abre paso a la energía de fuentes renovables, como son la mareomotriz (mareas), la hidráulica (embalses) y la eólica (vientos).

La innovación tecnológica puede ayudar a reducir los costos de la transición a la economía circular, y está comprobado que las inversiones verdes pueden llegar a ser incluso más rentables que las tradicionales a largo plazo.  Por eso, la COP25 la ha situado como uno de los temas principales a situar en la palestra.

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