La naturaleza está en crisis. En 2013, la Asamblea General de la ONU proclamó el 3 de marzo como el Día Mundial de la Vida Silvestre para concientizar acerca del valor de la fauna y flora salvaje, y especialmente para reflexionar sobre las especies en peligro de extinción.

Pero hoy, siete años después, la amenaza sigue latente: 1,000,000 de especies animales y vegetales están en peligro de extinción y los ecosistemas naturales se han reducido en promedio en un 47%.

El problema en Chile

En nuestro país, la reducción de especies tanto animales como vegetales pone en peligro a las criaturas más características del largo territorio chileno.

El Huemul, también conocido como ciervo andino, por ejemplo se considera en peligro de extinción desde finales del siglo XX y su población no ha dejado de caer a pesar de ser una especie protegida. 

La chinchilla cordillerana, es un pequeño mamífero que actualmente se encuentra en peligro crítico. La razón: las personas las han cazado sin piedad para fabricar abrigos con su fino pelaje.

El zorro es otra de las víctimas del hombre en Chile. Actualmente está en un peligro de extinción crítico y se calcula que existen menos de 1.000 ejemplares en todo el país pese a los esfuerzos gubernamentales por conservarlo. Su declive se debe principalmente a la destrucción de su hábitat.

El gato lince está catalogado como el felino más amenazado de América del Sur. Oriundo del norte de nuestro país, su crítica condición se debe a que es cazado porque su piel es usada como “amuleto para la buena fortuna”.

El loro tricahue es el loro de mayor tamaño en el territorio chileno, aunque lamentablemente se encuentra en peligro crítico de extinción. Oriundo de las regiones del Maule y O’Higgins, la captura indiscriminada y el tráfico ilegal de ésta preciosa ave son la razón de la decadencia de su especie.

Entre las plantas chilenas que se encuentran en peligro de extinción se encuentran la pasionaria, el lúcumo silvestre, el belloto del sur y el alerce.

¿Una solución?

Este 2020, muchas entidades de protección ambiental lo ven como el año decisivo para establecer la agenda de acción para la próxima década y la tecnología tendrá un rol fundamental en este tema. ¿Cómo? Tecnologías emergentes como Inteligencia Artificial, Internet de las Cosas -IoT- y Blockchain se están propagando con fuerza y parecen mostrar ‘una luz al final del camino’.

Por ejemplo, en Sudáfrica el Internet de las Cosas aparece como una salvación para preservar a los rinocerontes. Ese país alberga casi el 70% de los rinocerontes que quedan en el planeta, y cada día, tres son asesinados.

Así que, MTN -proveedor africano de telecomunicaciones-, la Universidad de Wageningen y Prodapt, de la mano de IBM, desarrollaron una solución con sensores personalizados que transmiten datos sobre el comportamiento de los animales a la plataforma IoT, prediciendo amenazas y combatiendo la caza furtiva de rinocerontes.

Sin irnos tan lejos, en Argentina se creó Alquid, una app con Inteligencia Artificial -IA- que predice dónde y cuándo aparecerán los denominados “algal bloom”, una problemática a nivel global que afecta a la vida marina. Para usar la app no es necesario tener grandes conocimientos: al tomar una foto, cada persona estará aportando datos a la IA que posee el sistema. Esos datos se unen a otras fuentes de información de la NASA y del Servicio Meteorológico.

Y no dejemos atrás a Blockchain, la tecnología que está revolucionando la agricultura, para hacerla sostenible. La trazabilidad de los productos ya es un hecho en países como Colombia y Brasil, y puede ayudar a la crisis de deforestación, rastreando el camino de madera y la ruta de los alimentos.

Incluso hace algunos días se anunció mundialmente que el cambio climático es el tema principal este año de Call for Code, la competencia que convoca a desarrolladores para crear aplicaciones, buscando generar un impacto humanitario inmediato y duradero para las comunidades alrededor del mundo.

A pesar de todos los esfuerzos el panorama no es alentador. Solo en América Latina, cuatro especies ya han desaparecido completamente en los últimos 15 años: la tortuga gigante de Pinta, el guacamayo azul, el sapo dorado y la foca monje del Caribe.

La tecnología está apalancando grandes proyectos mundiales y representa una esperanza para las profundas cicatrices que tiene la Tierra, está en nosotros utilizar la tecnología para “el bien”, basada en valores y principios éticos que nos ayuden, en primera y última instancia a preservar el mundo en que vivimos.

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