Un análisis de antiguas grabaciones de chimpancés en cautiverio pronunciando la palabra “mamá” sugiere que nuestros parientes más cercanos podrían tener las bases neurales para el habla.
Durante décadas, los investigadores han creído que las diferencias entre los cerebros de los primates explican por qué solo los humanos pueden formar sonidos significativos. Sin embargo, el fonetista Axel Ekström y su equipo del Instituto Real de Tecnología de KTH han desafiado esta suposición.
Estudiando videos caseros de los años 60, Ekström y sus colegas encontraron a dos chimpancés no relacionados pronunciando lo que suena como “mamá”. Esta palabra fue supuestamente enseñada por sus cuidadores angloparlantes. “El eslabón perdido hipotetizado que impide a los chimpancés acoplar voluntariamente mandíbula y voz evidentemente no existe”, declaran los investigadores, en su estudio publicado Scientific Reports.
El sonido ‘m’ es común en muchos idiomas y es uno de los primeros que hacen los bebés humanos, lo que hace que un patrón ‘m-vocal-m’ sea relativamente fácil de producir. Los hallazgos de Ekström también incluyen una grabación de un tercer chimpancé diciendo “papa” y “taza”. Esto sugiere que los cerebros de los chimpancés pueden imitar intencionalmente algunos sonidos que escuchan.
Estos resultados corroboran la evidencia creciente de que los grandes simios son capaces de aprender la producción vocal, similar a las aves cantoras. Esto implica que nuestro sistema neurológico audiovocal podría ser mucho más antiguo de lo que se pensaba.
Aunque los chimpancés prefieren los gestos sobre los sonidos para comunicarse en la naturaleza, utilizan varias vocalizaciones y su lenguaje basado en gestos tiene una estructura similar a nuestro lenguaje vocal. Los informes previos sobre el habla de los primates fueron descartados en ausencia de un análisis riguroso, pero Ekström y su equipo argumentan que la falta de pruebas no es prueba de ausencia.
La investigación concluye que “los grandes simios pueden producir palabras humanas“, y sugiere que el fracaso en demostrar esto hace medio siglo fue culpa de los investigadores, no de los animales.
Deja tu comentario