A pesar que el volumen de algunos de los ríos de Chile mejorara en relación al año pasado gracias a deshielos cordilleranos, la tendencia a la sequía de los caudales de agua de nuestro país se agravó.
En 2019, 8 cursos fluviales que presentaron niveles inferiores a los mínimos establecidos por la Dirección General de Aguas (DGA) en 1981, año en que empezaron las mediciones sistemáticas.
Este año, el informe de la DGA contempló las 19 cuencas hidrográficas más importantes de Chile. El déficit se extiende entre las regiones de Atacama y Ñuble y van desde el 97% para el río Sobrante, afluente de La Ligua (Valparaíso), hasta el 53% del río Claro (Maule), región de igual nombre: la mayor parte de los cursos fluviales presentan volúmenes cercanos a sus mínimos.
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Entre los afectados se encuentran el río Mapocho, el Aconcagua (Valparaíso), el Cachapoal (O’Higgins) y el Maule.
Luis Moreno, jefe de la división de Hidrología de la DGA, aseguró que la disponibilidad del agua potable no está peligrando en zonas urbanas. “Los registros no son buenos, pero todo dependerá de lo que ocurra entre abril y agosto. Si llueve en esos meses y la acumulación de nieve es suficiente en cada cuenta, podremos respirar aliviados”, asegura a El Mercurio.
La presidenta de la Asociación Nacional de Empresas de Servicios Sanitarios (Andess), Jessica López señaló que el sector prevé inversiones por $US 10.160 millones en los próximos 20 años para enfrentar los efectos del cambio climático y la escasez hídrica.
La mitad se destinaría a asegurar el suministro para el consumo, entregando a los sistemas de repartición del recurso hídrico más resiliencia para enfrentar la grave sequía que se ha prologado por 10 años.
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En tanto, la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA), no cuenta con estimaciones globales sobre bajas en la productividad o la economía del sector.
Juan Pablo Matte, secretario del SNA, aseguró que el derretimiento de algunos glaciares producto al calor ha aliviado un poco la situación en algunas cuencas. Pero que en otras “hay situaciones dramáticas que no han permitido el cultivo de algunas especies, o bien, los agricultores están regando solo para mantener vivos sus huertas frutícolas”.
Una encuesta realizada a principios de la temporada de cosecha, llevada a cabo por Fedefruta, aseguró que entre 375 productores de Coquimbo al Maule arrojó que el 60% dejaría de regar el 20% de su superficie cultivada.
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