En la comuna de Hualaihué, en la región de Los Lagos, opera el centro Caicura propiedad de la empresa Salmones Blumar. En ese lugar, funcionan 18 balsas-jaulas, donde los peces son confinados para su engorda. Según informó el Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (Sernapesca), el 27 de junio, 16 de ellas se hundieron arrastrando consigo un total de 771.405 salmones y, de las dos jaulas restantes, se habrían escapado 103.720 peces.
La situación fue de suma gravedad. Se calculó que la mortalidad presente en el fondo marino, alcanzó las 2.900 toneladas, lo que generaría una serie de impactos en los ecosistemas y potenciales peligros para la salud humana. Además, se teme que los peces que no fueron recapturados depreden a las especies nativas y compitan por alimento con ellas.
Frente a lo ocurrido, expertos de la Escuela de Ingeniería Naval de la Universidad Austral, afirmaron que la situación pone de manifiesto la necesidad urgente de crear un marco normativo que regule la instalación de balsas-jaulas para los salmones. Los investigadores Gonzalo Tampier y Cristian Cifuentes, aseguran que se hace evidente una mejora en el diseño, la instalación, mantención y desmantelamiento de estos sistemas.
“Tienen que ver con eventos climáticos imprevisibles, falencias de diseño, fabricación o instalación de componentes, falta de mantenimiento o una combinación de las anteriores“, explica para Desafío Tierra el director de la Escuela de Ingeniería, Gonzalo Tampier. Agrega, que el hecho de que “no haya una normativa a nivel nacional ciertamente influye”.
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En Chile la regulación de estas estructuras, denominadas balsas-jaulas, sigue en un estado mínimo de desarrollo. Ninguna de las regulaciones existentes establece, por ejemplo, las condiciones mínimas de flotación, las características mecánicas requeridas en sus estructuras y sistemas de fondeo. Tampoco los profesionales habilitados para desarrollar estos proyectos de ingeniería.
El doctor en Ingeniería oceánica, Cristian Cifuentes, asegura que “si todo proyecto de embarcación o artefacto flotante debe ser inscrito ante la Autoridad Marítima y sus planos estructurales deben ir firmados por un profesional competente; si toda embarcación o artefacto flotante debe cumplir con una cierta reserva de flotabilidad y debe demostrarlo mediante diversos cálculos; y si toda embarcación o artefacto flotante debe ser revisada periódicamente por la Autoridad Marítima. ¿Por qué una balsa-jaula no debe hacerlo?”
Cifuentes añade que la respuesta es válida desde un punto de vista legal, “lamentablemente es simple: porque no son consideradas ni como embarcaciones ni como artefactos flotantes, sino a lo sumo equivalentes a una demarcación marítima o -en otras palabras- a una simple boya“.
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Sobre los principales daños para medioambientales, Tampier afirma que tienen que ver con el escape de peces “y la mortalidad masiva de la biomasa que queda atrapada cuando se produce el hundimiento”. También existen otros deteriores que se relacionan con flotadores, cabos o boyas, que además de afectar la navegación, terminan en las costas.
Para Cifuentes estamos ante un importante desafío, “aún más grande si consideramos el cambio climático y el potencial desarrollo de la actividad acuícola en zonas más alejadas de la costa, con condiciones ambientales, sin duda, más adversas que las que se enfrentan en la actualidad”.
Avanzar en investigación
El doctor en Biología Marina, Alejandro Pérez-Matus, asegura para Desafío Tierra que para conocer el impacto detallado de estos hundimientos, es fundamental impulsar la investigación científica. Comenta que es necesario estudiar la recuperación, resilencia, resistencia y cuánto se demoran en recuperarse los ecosistemas, una vez que se genera este tipo de perturbaciones. “Todas estas dimensiones no se conocen muy bien”, afirma el académico de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Católica.
“Es muy importante exigirle a esta industria que invierta en investigación”, expresa Pérez-Matus. Sobre todo pensando en el contexto de cambio climático, “porque hace diez años atrás, veinte años atrás, la frecuencia de vientos o la intensidad de vientos en el sur eran completamente distintas a las que tenemos ahora”.
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El biólogo marino asegura que no ha existido una adaptación de la industria, al fenómeno del cambio climático. Por eso, “podemos ver que hay una recurrencia de estos escapes o de pérdidas de balsas-jaulas”. Hay que tener en cuentan “que esta cambiando la escenografía, prácticamente, climática”. Los lugares donde se comenzó a instalar la salmonicultura en Chile, ya no son los mismos. “Se requiere que la industria se adapte y pueda ir un paso más adelante. Y eso cómo se hace: a través de la investigación”.
Avanzar en regulación
Para abordar la situación, también se debe avanzar en un marco normativo que regule la situación en los centros de cultivo de salmón. “Esto, a su vez debiera ir de la mano con la creación de un organismo certificador”, asegura el director de la Escuela de Ingeniería, Gonzalo Tampier. Añade que se debiese contar con un comité permanente y altamente calificado, que revise periódicamente y adapte la normativa, “en la medida que se vayan desarrollando nuevas tecnologías o procesos que identifiquen nuevas necesidades”.
Por su parte, la Secretaría de Pesca y Acuicultura (Sernapesca) presentó un nuevo reglamento para evitar hundimientos y escapes en los centros. El objetivo sería imponer mayores exigencias a las estructuras de cultivo de salmones, para disminuir los riesgos. De acuerdo a lo que informaron, este será publicado próximamente y considera una metodología relacionada con la medición de distintos elementos, como corrientes, vientos y olas, que puedan impactar sobre las jaulas.
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