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El planeta se está moviendo menos debido al confinamiento obligatorio y la reducción de la actividad humana provocada por la pandemia del coronavirus. Eso fue lo que constató, en una primera instancia, el sismólogo belga Thomas Lecocq.
El científico del Observatorio Real de Bélgica, en medio del distanciamiento social vigente en su país, decidió mirar los instrumentos de medición del laboratorio, comprobando la reducción del “ruido sísmico” de alta frecuencia, es decir, el “zumbido” de las vibraciones en la corteza terrestre que ocasionan, entre otros, el movimiento de las personas, las industrias y las redes de transporte.
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Desde el 14 de marzo, el gobierno de la nación europea decretó el cierre de escuelas, restaurantes y lugares públicos. Cuatro día más tarde, suspendió los viajes no esenciales. Esto se tradujo en la disminución de aproximadamente un tercio del ruido inducido por los humanos.
Según señaló Lecocq a la revista Nature, una caída de esta magnitud “generalmente solo se experimenta brevemente alrededor de Navidad”.
El particular fenómeno se ha manifestado en diversas partes del mundo. En Reino Unido, el British Geological Survey Seismology registró datos similares en una de sus estaciones emplazada cerca de una autopista, lo que refleja el nulo tráfico en las carreteras por las prohibiciones de desplazamiento.
Las mediciones del ruido sísmico ambiental también registraron reducciones ligeras en Francia luego del inicio de la contención del Covid-19, y en Auckland, una de las ciudades con más ajetreo en Nueva Zelanda.
Una oportunidad
Si bien no todas las estaciones de monitoreo verán descensos pronunciados -ya que muchas de ellas se encuentran a propósito en lugares apartados-, este fenómeno representa una buena oportunidad para el mundo científico.
De mantenerse la baja intervención humana actual, los instrumentos de sismografía aumentarán aún más su sensibilidad, lo que se puede traducir en mejores mediciones generales.
“Esto se va a percibir, principalmente, en lugares de supervisión que se encuentran insertos en las grandes ciudades. Lo que genera es la posibilidad de apreciar los verdaderos sonidos o emisiones de la tierra, propiamente tal”, explica Sergio Barrientos, Director del Centro de Sismología Nacional.
Uno de esos casos es el de la estación MT18 de la principal institución sismológica del país, ubicada en la calle Beauchef en el centro de Santiago. “El ruido sísmico siempre cae durante la noche y se incrementa a partir de las primeras horas de día. Pero, si comparamos por ejemplo los datos del 3 de marzo con los del 1 de abril, vemos que ahora se presenta una menor amplitud y frecuencia de lo que veíamos antes”, señala Barrientos.
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Mientras continúe la emergencia sanitaria ocasionada por el SARS-CoV-2, los sismógrafos en Chile y el mundo seguirán evidenciando una disminución en el ruido antropogénico, lo que nos demuestra las muchas formas en que nuestro comportamiento impacta en el planeta.
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