Si bien el cambio climático ha favorecido las altas temperaturas en verano durante los últimos años, las tres olas de calor registradas este mes de noviembre, que marcaron un peak de 35° en Santiago, hacen temer por un verano con calores extremos.
Este fenómeno es tradicionalmente uno de los factores incidentes en la propagación de incendios, pero ahora se suma otro: las lluvias ocurridas el pasado invierno. Miguel Castillo, académico de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Chile y especialista en incendios, plantea que hoy además debemos prestar particular atención a la humedad de la vegetación.
“Efectivamente, este año llovió más de lo habitual en el quinquenio, es decir, en los últimos cinco años. Sin embargo, seguimos con déficit de precipitaciones para el último decenio (…). Nosotros hemos realizado un seguimiento de las condiciones meteorológicas asociadas a incendios y hemos llegado a la conclusión de que lluvias abundantes en primavera son un predictor del aumento de la carga de vegetación combustible fina y muerta en verano”, explicó en un comunicado.
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Otro factor de riesgo más constante en el escenario actual tiene relación con el cambio climático y la sequía que afecta con particular gravedad a la zona centro del país desde hace más de una década. Este contexto ha favorecido un menor contenido de humedad en la vegetación no solo pequeña, sino también de los árboles.
“El cambio climático está provocando que tengamos menos agua y que los bosques se sequen, lo que los hace más vulnerables a plagas y enfermedades y, en consecuencia, a los incendios”, sostuvo el experto.
Hoy existen más de 40 zonas sensibles a la ocurrencia de incendios forestales en la zona centro-sur del país, precisa el especialista, entre las que se cuentan unas 29 comunas críticas, concepto que se asocia a áreas de interfaz urbano-forestal con una alta incidencia y probabilidad de eventos de este tipo.
Parte importante de estas zonas de mayor riesgo corresponden a áreas rurales cercanas a núcleos de población donde han proliferado loteos o parcelaciones sin mayor gestión del territorio, fenómeno que se intensificó con la pandemia debido al éxodo de las ciudades por el que muchos optaron.
Este hecho, sumado al incremento de las personas que han buscado una segunda vivienda en entornos rurales o semirurales, ha tenido importantes consecuencias, desde la sobredemanda de agua a nivel local y el agotamiento de recursos hídricos, hasta el aumento del riesgo de incendio en estas zonas y de la población expuesta a ellos, que muchas veces desconoce la importancia de medidas preventivas como el desmalezamiento.
¿Cómo prevenir y estar preparados?
La temporada de incendios 2022-2023 ya comenzó con eventos en Coquimbo y el Maule, los que hacen prever un verano complejo frente a las variables descritas por el profesor Castillo. Sin embargo, recuerda que los incendios no van a ocurrir si no se da el factor de encendido.
“Puedes tener todas las condiciones de altísimas temperaturas, de baja humedad relativa del aire y vientos que se levantan, pero eso no inicia un incendio. Tal como hemos visto en años recientes, en los que se ha dado una baja ocurrencia”, aclaró.
Se han implementado diversas medidas, como “capacitaciones en terreno, redes de colaboración campesina y también apoyo técnico”, pero a juicio del especialista el problema es que “igue siendo insuficiente”.
Por otra parte, enfatiza la necesidad de seguir trabajando fuertemente en la reducción del combustible “para reducir la continuidad horizontal de la carga de elementos propagadores, pero también es necesario abordar la continuidad vertical, es decir, podar, ya que vienen las altas temperaturas, la vegetación de menor envergadura se seca y puede propiciar la propagación de un evento que escale a la vegetación mayor”.
Respecto a las formas de reducir esta carga de vegetación altamente inflamable, señala que “hoy existen alternativas a la quema de estos materiales, pero la reducción de combustible también se puede hacer de otras maneras, el problema es que son más caras”.
Apoyar la toma de decisiones a escala de paisajes, simulando escenarios de propagación en distintos espacios, también es un camino, pero a largo plazo. En esta línea, sostiene la importancia de trabajar ahora mismo a nivel local junto a las comunidades que están más expuestas a riesgos de incendio forestal.
“Cada región tiene realidades distintas y cada comuna responde a prioridades territoriales diferentes. Por eso, me parece que es necesario programas locales (…)”, concluyó.
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