En 1992, la Coalición Global por el Clima (GCC por sus siglas en inglés), integrada por las industrias del petróleo, el carbón, el acero, el ferrocarril y las automotrices, necesitaba un socio en materia de comunicación para cambiar el discurso sobre el cambio climático, misma época en la que se realizó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, ya que se estaban llevando a cabo paulatinas transformaciones sociales frente al tema.
GCC surgió como un foro para que sus miembros presionaran a los responsables políticos de frenar iniciativas que buscaran reducir las emisiones de combustibles fósiles.
Por ello, la coalición reunió a un equipo de profesionales de las relaciones públicas para convencer a las masas de que los datos científicos sobre el cambio climático no eran confiables y que los políticos debían tener en cuenta que las medidas contra los gases contaminantes perjudicarían a los empleos, el comercio y a los precios.
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Entre ellos estaba E. Bruce Harrison, considerado como el “gurú de las relaciones públicas”, quien ejecutó una amplia campaña en los medios de comunicación: no solo se publicarían artículos para desmentir al cambio climático, sino que se contactaría de manera directa a los periodistas para convencerlos de que este fenómeno no era una amenaza.
“La Coalición sembró la duda por todas partes y los ecologistas no sabían realmente cómo responder”, señaló el activista medioambiental John Passacantando a BBC Mundo.
Así se sentaron las bases para la mayor campaña de la industria hasta la fecha, es decir, oponerse a los esfuerzos internacionales para negociar la reducción de emisiones en el Protocolo de Kioto, en Japón, en diciembre de 1997.
“Creo que Harrison estaba orgulloso del trabajo que hizo. Sabía lo importante que había sido para cambiar la dirección del debate sobre el calentamiento global”, afirmó al medio de comunicación Melissa Aronczyk, historiador.
Esto facilitó que EE.UU. nunca aplicara el Protocolo de Kioto, lo que se convirtió en una gran victoria para la GCC.
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“Creo que es el equivalente moral de un crimen de guerra”, sostuvo el ex vicepresidente Al Gore sobre los esfuerzos de las petroleras.
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