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Los murciélagos y los roedores se consideran reservorios virales de alto riesgo, una fuente de enfermedades que pueden saltar a los humanos y, a veces, provocar epidemias. Pero un nuevo análisis sugiere que los murciélagos y los roedores son “excepcionales” en su propensión a hospedar virus que infectan a los humanos.
Al observar el conjunto de datos más grande de virus y huéspedes en varios órdenes de mamíferos y aves, los investigadores de Escocia descubrieron que la cantidad de murciélagos y virus de roedores que han infectado a las personas es proporcional a la cantidad de especies contenidas en esos grupos.
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“Hay una explicación numérica bastante racional de lo que aparentemente pueden ser patrones sorprendentes“, dice el ecologista de enfermedades Daniel Streicker de la Universidad de Glasgow, Reino Unido, quien codirigió el análisis publicado en el PNAS publicado el 13 de abril. Los futuros esfuerzos de vigilancia para identificar amenazas de enfermedades de origen animal deberían ir más allá de grupos específicos de animales y enfocarse en regiones de alta biodiversidad, asegura.
Pero no todos están de acuerdo en que esto sea práctico dados los recursos limitados. Y como los murciélagos albergan varios virus que causan enfermedades graves en las personas, incluida la rabia, el Ébola y el coronavirus agudo relacionado con el síndrome respiratorio agudo (SARS-CoV), tiene sentido que, junto con los roedores, sean el foco de la mayoría de la detección y vigilancia viral. Los murciélagos también son un sospechoso principal como la fuente del SARS-CoV-2, el virus responsable de la pandemia actual, según un informe publicado este martes en la revista Nature.
Un juego de números
La investigación que examinó especies individuales ha encontrado que los murciélagos tienen proporcionalmente más virus que otros mamíferos, pero Streiker y Nardus Mollentze, también en la Universidad de Glasgow, decidieron analizar si este patrón existe en diferentes grupos de mamíferos y aves.
Streiker dice que observar las órdenes de los animales elimina parte de la incertidumbre sobre exactamente qué especie es la anfitriona de un nuevo virus. Pero los investigadores pueden estar razonablemente seguros de qué grupo de animales está involucrado, sobre la base de las comparaciones genéticas entre el virus que infecta a los humanos y los que circulan en los animales anfitriones.
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La viróloga Jemma Geoghegan de la Universidad de Otago, Nueva Zelandia, dice que antes de que los investigadores puedan usar los rasgos virales para predecir el próximo evento de propagación, es necesario tomar muestras y caracterizar muchos más virus para revelar la verdadera diversidad de virus en la naturaleza. Hasta entonces, ella piensa que los esfuerzos de vigilancia están mejor dirigidos hacia la vigilancia genómica en las “líneas de falla” donde las personas y los animales interactúan, como los mercados de animales vivos. “De esa manera, podemos reconocer rápidamente cualquier virus que se desborde“, concluye.
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