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El aislamiento por la pandemia de COVID-19 ha afectado la salud de la población al volverse más sedentaria y cambiar sus hábitos alimenticios.
Un nuevo estudio indica que este fenómeno no solo ocurre en los seres humanos, ya que las moscas que se encuentran solitarias tienden a comer mucho más y dormir menos.
El equipo del Laboratorio de Genética de Rockefeller, en Estados Unidos, señala que las moscas de la fruta son criaturas sociales y se alimentan en grupo. Además, duermen 16 horas al día.
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Sin embargo, en el laboratorio analizaron su comportamiento al alojarlas en diferentes grupos de diversos tamaños. Esto evidenció que cuando una sola mosca se queda completamente aislada, duerme mucho menos y come más.
¿Por qué ocurre esto? La investigadora asociada Wanhe Li dice que las moscas poseen un pequeño grupo de células cerebrales, neuronas P2, las que están involucradas en los cambios del hábito del sueño y alimentación.
Para conocer su efectividad, el equipo apagó las neuronas P2 de las moscas aisladas, con lo que logró suprimir la ingesta excesiva de alimentos y restauró su higiene del sueño.
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“Las neuronas P2 parecen estar vinculadas a la percepción de la duración del aislamiento social, o la intensidad de la soledad, como un temporizador que cuenta el tiempo que la mosca ha estado sola”, explicó Li.
Si bien este estudio, publicado en la revista Nature, no puede confirmar que los encierros por COVID-19 hayan afectado el mecanismo biológico de los humanos, sí se puede aplicar para buscar las conexiones correspondientes entre la soledad, el insomnio y la sobrealimentación de animales en laboratorio, para en el futuro aplicarlo en humanos.
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