Debido a la pandemia por COVID-19 y a las reiteradas perturbaciones relacionadas con el clima y los conflictos, incluida la guerra en Ucrania, entre 691 y 783 millones de personas padecieron hambre en 2022, según la última edición del informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, de las Naciones Unidas.
Esta edición representa un incremento de 122 millones de personas en comparación con 2019, antes del coronavirus, por lo que si estas tendencias continúan, el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) de poner fin al hambre para 2030 no se podrá alcanzar.
Aunque en 2022 se observaron progresos en la reducción del hambre en Asia y América Latina, pero el hambre siguió aumentando en Asia occidental, en el Caribe y en todas las subregiones de África.
“La recuperación de la pandemia mundial ha sido desigual, y la guerra en Ucrania ha afectado a la disponibilidad de alimentos nutritivos y dietas saludables. Esta es la ‘nueva normalidad’ en la que el cambio climático, los conflictos y la inestabilidad económica están alejando a las personas marginadas todavía más de la seguridad. No podemos seguir haciendo simplemente lo que se ha hecho toda la vida”, indicó en un comunicado, QU Dongyu, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Una llamada de atención para luchar contra el hambre
Si bien las cifras mundiales del hambre se han mantenido relativamente estables entre 2021 y 2022, hay muchos lugares del mundo que se enfrentan a crisis alimentarias cada vez más graves.
África sigue siendo la región más afectada, ya que una de cada cinco personas se enfrenta al hambre, más del doble de la media mundial.
“Hay rayos de esperanza, algunas regiones están en vías de cumplir ciertas metas nutricionales para 2030. No obstante, en general, necesitamos un intenso esfuerzo mundial inmediato para rescatar a los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Debemos fomentar la resiliencia frente a las crisis y perturbaciones que causan inseguridad alimentaria, desde los conflictos hasta el clima”, señaló António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas.
Según señala el informe, cumplir la meta de los ODS de alcanzar el hambre cero de aquí a 2030 supone un reto abrumador. De hecho, se prevé que casi 600 millones de personas seguirán padeciendo hambre en 2030.
Los principales factores de inseguridad alimentaria y malnutrición son la “nueva normalidad”, añaden los autores, y “no tenemos otra opción más que redoblar nuestros esfuerzos para transformar los sistemas agroalimentarios y aprovecharlos para alcanzar las metas” del ODS 2.
Más allá del hambre
En el informe se constata que alrededor del 29,6 % de la población mundial (que equivale a 2 400 millones de personas), no tenía acceso constante a los alimentos, a juzgar por la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave.
Por otro lado, la capacidad de las personas para acceder a dietas saludables se ha deteriorado en todo el mundo y más de 3 100 millones de personas en el mundo, esto es, el 42 % de la población mundial, no podían permitirse una dieta saludable en 2021.
Esto representa un incremento global de 134 millones de personas en comparación con 2019. Millones de niños menores de cinco años de edad siguen padeciendo malnutrición:
- En 2022, 148 millones de niños menores de cinco años (22,3 %) sufrían retraso del crecimiento
- 45 millones (6,8 %), emaciación
- 37 millones (5,6 %), sobrepeso
Se han registrado progresos en la lactancia materna exclusiva, ya que el 48 % de los lactantes menores de seis meses de edad se beneficiaron de esta práctica, cerca de la meta para 2025. Sin embargo, se precisarán medidas más concertadas a fin de alcanzar las metas para 2030 en materia de malnutrición.
La urbanización está impulsando cambios en los sistemas agroalimentarios, según la ONU
En el informe se analiza el aumento de la urbanización como una “megatendencia” que incide en los alimentos que consumen las personas y el modo en que lo hacen. Dado que se prevé que en 2050 casi siete de cada 10 personas vivirán en ciudades, los gobiernos y otros agentes que trabajan para combatir el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición deben intentar comprender estas tendencias de la urbanización y tenerlas en cuenta al formular sus políticas.
En particular, el concepto de división entre el medio urbano y el medio rural ya no es suficiente para comprender de qué manera la urbanización está configurando los sistemas agroalimentarios.
Se necesita una perspectiva más compleja de todo el continuo rural-urbano que tenga en cuenta tanto el grado de conectividad que tienen las personas como los tipos de conexiones que existen entre las zonas urbanas y rurales. Por primera vez, esta evolución se documenta de forma sistemática en 11 países.
Asimismo, la inseguridad alimentaria afecta más a las personas que viven en las zonas rurales y la malnutrición infantil también muestra particularidades urbanas y rurales.
La inseguridad alimentaria moderada o grave afectaba al 33 % de los adultos que viven en las zonas rurales y al 26 % de los que viven en las zonas urbanas.
La prevalencia del retraso del crecimiento en niños es mayor en las zonas rurales (35,8 %) que en las zonas urbanas (22,4 %). La emaciación es mayor en las zonas rurales (10,5 %) que en las urbanas (7,7 %), mientras que el sobrepeso es ligeramente superior en las zonas urbanas (5,4 %) en comparación con las zonas rurales (3,5 %).
En el informe se recomienda que, para promover eficazmente la seguridad alimentaria y la nutrición, las intervenciones en materia de políticas, las medidas y las inversiones deben guiarse por una mayor comprensión de la compleja y cambiante relación que existe entre todo el continuo rural-urbano y los sistemas agroalimentarios.
El reporte fue elaborado en conjunto con el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
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