El verano de 2017 quedará plasmado en la memoria colectiva, tras una serie múltiples incendios forestales en las zonas centro y sur de Chile, entre las regiones de Coquimbo y Los Lagos. La gran catástrofe significó, no solo que algunos pueblos fueran consumidos por las llamas, sino también daños a la naturaleza de manera de permanente.
El saldo de los megaincendios fue de cerca de 600 mil hectáreas destruidas, 86 mil de ellas correspondientes a bosque nativo, daño que aún no ha sido cuantificado del todo y cuya huella sigue latente. Es por ello que un grupo de investigadores de la Universidad de Concepción realizó una investigación sobre las modificaciones en la dinámica espacial y la provisión de servicios ecosistémicos provocadas por los megaincendios en Chile central, intentando también valorar el grado de recuperación después de los siniestros.
Bajo el título The Effects of a Megafire on Ecosystem Services and the Pace of Landscape Recovery, el trabajo monitoreó la cuenca del Estero Empedrado, concluyéndose que tras los años transcurridos, este paisaje no ha alcanzado el nivel de provisión que tenía antes del megaincendio, evidenciando la necesidad de acciones de manejo forestal y de los servicios ecosistémicos.
ASÍ SE VE DESDE EL ESPACIO LOS INCENDIOS FORESTALES QUE AFECTAN A LA ZONA CENTRAL DE CHILE. 21/01/2017. pic.twitter.com/UGP3MTnXt7
— Weather Chilean (@WeatherChilean) January 21, 2017
“Los incendios generan un gran impacto sobre los servicios ecosistémicos, cuantitativamente los hace caer en un 50% de manera violenta tras su ocurrencia” explicó Francisco de la Barrera, académico de FAUG UdeC e investigador del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable Cedeus, uno de los autores de la investigación en un comunicado.
En este caso, después de cuatro o cinco años el investigador aseguró que de no mediar planes de restauración con vegetación nativa, o bien de manejo de las plantaciones forestales, las especies exóticas crecerán con mucha violencia y serán “más difíciles de manejar”.
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“Esta pérdida de servicios ecosistémicos tiene que ver particularmente con aquellos que regulan la escorrentía, es decir, cuánta agua fluye sobre la superficie, por lo tanto los sedimentos que puede arrastrar y la erosión que genera“, agregó. Esto genera una explosión de especies exóticas, entre éstas está el pino o el eucaliptus, así como los aromos y la retamilla, especies que generan un mayor riesgo de incendios, luego dos a cinco años de ocurridos.
“Lo que uno esperaría, después de cinco o incluso diez años, es que lo paisajes sean capaces de volver a su condición pre-incendios, no obstante, las plantaciones forestales siguen con las mismas especies pero con menos valor económico. La invasión de especies exóticas pasa a ser un problema muy grande cuando éstas no son controladas”, puntualizó el investigador.
El déficit de recuperación de los servicios ecosistémicos, así como la densidad de la colonización de áreas afectadas por especies invasoras son dos marcas importantes del incendio, que no son específicas de este siniestro, sino de una gran cantidad del creciente número de incendios que azotan los territorios cada año en Chile. Sin manejar estas condiciones disminuye la viabilidad de la vida rural y pone en riesgo la seguridad, ya que la densa vegetación exótica es propensa a propagar un incendio y volver a afectar el paisaje.
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Ante este escenario, Trevor Walter, coordinador de Paisajes Terrestres de WWF Chile, enfatiza la necesidad de impulsar acciones articuladas y colaborativas de restauración de los paisajes afectados y sus bosques.
“Vemos que se ha avanzado en reforzar la prevención y el control, pero sigue siendo muy relevante fortalecer la institucionalidad relacionada con los incendios, por ejemplo, con un Servicio Nacional Forestal que también tenga atribuciones en ámbitos como la planificación territorial y que pueda impulsar activamente la restauración ecológica en los paisajes y bosque nativo”, indicó el profesional de WWF Chile.
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