Sandra Bessudo

(CNN Español) – La isla de Malpelo, un oasis en medio del Pacífico, se ha convertido en un ejemplo de cómo el trabajo bien hecho da resultados: en momentos en que el mundo enfrenta una grave crisis de biodiversidad, esta joya colombiana es un resguardo para la flora y fauna —en especial para los tiburones, claves para la salud de los océanos— donde además se hace ciencia y hasta se permite un ecoturismo sostenible.

Un “oasis” del Pacífico

La isla de Malpelo es un “oasis” en medio del océano Pacífico, dice a CNN Sandra Bessudo, quien ha dedicado su vida al trabajo en el área: se trata de “la cúspide de una única cordillera volcánica submarina cuyas paredes descienden hasta los 4.000 metros de profundidad y la parte más alta son 300 metros sobre el nivel del mar”.

La isla es hogar de una rica biodiversidad. Allí habita, por ejemplo, la población más grande de piqueros de Nazca, así como especies endémicas de lagartijas y cangrejos. Bajo el agua hay formaciones coralinas y, asociadas a ese ecosistema, especies de peces de arrecife. Y también habitan múltiples especies de tiburones —martillo, sedosos, ballenas— que son clave para la conservación de los océanos.

Hoy, toda esta vida está fuertemente protegida. Pero no siempre fue así.

“Así como veía las maravillas, también veía la destrucción”

Bessudo es buzo. Llegó por primera vez a la isla de Malpelo en el año 1987 y quedó maravillada. “Me enamoré de este sitio”, cuenta, “pero también empecé a ver los barcos pesqueros sacando toda su riqueza”. En ese entonces no era un área protegida y “así como veía las maravillas, también veía la destrucción“, dice.

Entonces tomó una decisión: haría todo lo que estuviera a su alcance para protegerla.

Comenzó a juntar firmas para solicitar al Gobierno que la declarara área protegida. Se integró como jefa del santuario de fauna y flora que existía allí, pero se dio cuenta que no contaban con los recursos necesarios. Entonces dio un paso más y creó la Fundación Malpelo y otros ecosistemas marinos para poder obtener los recursos que permitieran cuidarla como era necesario.

Los esfuerzos de organizaciones como la de Bessudo, que han trabajado en alianza con el Gobierno, han tenido resultados: hoy la isla de Malpelo –que desde 2006 es considerada Patrimonio de la Humanidad– está en la lista verde de la Unesco de áreas que han sido protegidas de manera adecuada.

“El trabajo unido entre todos nos ha permitido llevar las acciones necesarias para hacer investigación y monitoreo, comunicaciones y educación ambiental, tener un ecoturismo sostenible y con buenas prácticas, conseguir recursos financieros para la implementación de todas las acciones que hay que llevar en el área protegida”, explica.

El rol clave de los tiburones

La isla de Malpelo es “un ecosistema lleno de vida, tanto en tierra como bajo el agua”, dice Bessudo. Y todos los seres vivos que la habitan, desde el plancton a especies de gran tamaño como los tiburones, aportan a la salud de las aguas que prestan grandes servicios, incluido el del oxígeno: aunque siempre asociamos a los árboles con la generación de oxígeno, también el agua es fuente de este elemento vital. Cerca de la mitad del oxígeno del planeta se produce en los océanos y una gran parte de ese oxígeno en los océanos la produce el plancton.

Pero la supervivencia de los tiburones está fuertemente amenazada.

Hay países que permiten la exportación de aletas de algunas especies de tiburón para abastecer mercados asiáticos donde se comen sopas con este ingrediente, considerado un manjar, o para el uso de los cartílagos en la industria cosmética, explica Bessudo.

Las cifras en este sentido son claras: según el informe Planeta Vivo de WWF de 2022, la abundancia de 18 de las 31 especies conocidas de tiburones y rayas oceánicas cayó un 71 % en los últimos 50 años. En consonancia, el riesgo de extinción aumentó severamente. En 1980, según la organización, nueve especies corrían riesgo de extinción; para el 2020, la cifra alcanzaba las 24.

“Un océano sin tiburones no es un océano saludable”, explica Bessudo. Ellos son los “grandes reguladores” de la salud de los océanos ya que, por ejemplo, se alimentan de otros especímenes enfermos, “evitando que haya epidemias en el mar”.

La presencia de tiburones en la isla es, precisamente, el mejor indicador del buen cuidado.

La ciencia y la tecnología al servicio de la isla de Malpelo

Uno de los objetivos de la Fundación Malpelo para el futuro es seguir apoyando las expediciones científicas en la región. “La ciencia es la que nos permite tener información para todo, para que los Gobiernos puedan tomar la mejor decisión posible”, resume Bessudo. Y continúa: “Estamos explorando los montes submarinos. Son esas montañas que se encuentran bajo el mar, que tienen una gran cantidad de vida y que las cuales sabemos muy poco”.

El trabajo de su fundación, que se ha enfocado especialmente en tiburones y especies pelágicas —que viven en aguas medias o cerca de la superficie— echa mano además de la tecnología de punta. Usan, por ejemplo, telemetría satelital y telemetría acústica para conocer los movimientos y las migraciones de estas especies.

Y esto les ha hecho entender que el trabajo no puede limitarse a una isla o incluso a un país porque las especies migran más allá de los límites nacionales. Esa información, explica, es la que les ha permitido impulsar la creación de nuevas áreas marinas protegidas.

Nuestro momento de actuar

Bessudo es una convencida de que cada persona puede hacer un aporte para la conservación del planeta y pone tres ejemplos cotidianos de acciones posibles: hacer un uso responsable del agua, evitar el consumo innecesario de electricidad y disponer de manera adecuada nuestros residuos.

“Es simplemente actuar. Ya no podemos seguir hablando, hablando, hablando… es el momento de actuar”, resume.

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