El número de eventos sísmicos asociados al volcán Llaima disminuyó en más de un 90% tras el megaterremoto del Maule, de magnitud 8.8, que impactó el centro-sur de Chile en 2010. Este fenómeno fue el punto de partida de una investigación realizada por volcanólogos, publicada recientemente en la revista Volcanology and Geothermal Research.
“Nuestros resultados muestran un raro ejemplo de supresión de la actividad volcánica inducida por terremotos. La geometría de la red de fallas y fracturas que forman el sistema alimentador del volcán parece tener un rol fundamental”, explican los expertos en el paper “A long time of rest at Llaima volcano following the 2010 MW 8.8 Maule earthquake, Chile”.
Luis Lara, investigador del Instituto Milenio Ckelar Volcanes y académico de la Universidad Austral, señala que el Llaima tiene un historial eruptivo nutrido y, antes de 2010, presentaba actividad superficial constante. Sin embargo, después del megaterremoto, entró en una de las etapas más largas de inactividad desde 1852.
“El Llaima, aunque no tiene un lago de lava como el Villarrica, presentaba desgasificación y actividad sísmica diaria. Cualquier cambio en este comportamiento es significativo”, afirma Lara. El volcán, ubicado a 300 kilómetros del epicentro del terremoto, parece haber sido afectado por la forma en que el sismo propagó la deformación en el subsuelo.
El terremoto de Maule alteró las estructuras internas del volcán, cerrando una de sus principales vías de escape de magma. Según Lara, “durante un gran terremoto en Chile, el continente avanza hacia el océano, afectando las estructuras internas del volcán. En el caso del Llaima, la dirección de la extensión causada por el terremoto cerró una estructura, impidiendo que el magma alcanzara la superficie”.
El estudio muestra que los grandes terremotos pueden tanto detonar como inhibir la actividad volcánica, dependiendo de la orientación de las estructuras internas de los volcanes. No obstante, Lara puntualiza que el Llaima no necesita un terremoto para reactivarse; lo que mueve las erupciones volcánicas es el ingreso de nuevos pulsos de magma desde el manto terrestre.
Este raro fenómeno de inactividad prolongada destaca la complejidad de las interacciones entre terremotos y volcanes, abriendo nuevas líneas de investigación sobre la dinámica interna de los volcanes y su respuesta a eventos sísmicos.
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