Hemos encontrado pequeñas partículas de plástico en el fondo del océano, y en el aire que respiramos encontramos fragmentos de neumáticos y bolsas de plástico.
La contaminación por plástico parece ser un fenómeno moderno, pero una nueva investigación demuestra que los microplásticos han invadido el océano a un ritmo acelerado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Entre 1945 y 2009, mientras la producción de plástico y la población crecían exponencialmente, la tasa a la que los humanos desechan polímeros en la Tierra se duplicó cada 15 años.
Esto lo afirma un grupo de investigadores en un estudio publicado en la revista Science Advances. Una estadística que pudo parecer absurda antes de la llegada del desarrollo moderno de plásticos.
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Jennifer Brandon, bióloga especialista en microplásticos del Scripps Institution of Oceanography de la Universidad de California San Diego, y principal autora de la investigación, describe los números como una acumulación de capas.
“Lo que pasa en la superficie afecta directamente al lecho marino”, afirma Brandon para Inverse. “Así que lo que cae al mar forma una especie de capa perfecta“, agrega.
La investigación del equipo analizó muestras de fango marino recolectados de la cuenca de Santa Bárbara durante el 2010.
La conclusión fue que las personas estaban desperdiciando 10 veces más plástico que antes de la Segunda Guerra Mundial.
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La cuenca de Santa Bárbara preserva trozos de sedimento que muestran el paso del tiempo, gracias a sus aguas de movimiento lento y bajo contenido de oxígeno.
“Lo que vemos en la cuenca de Santa Bárbara es un reflejo de lo que pasó en la superficie ese año”, afirma Brandon. “Así que cuando observamos un montón de plástico, sabemos que la misma situación se está viviendo en el océano“.
Globalmente, los humanos producen 300 mil millones de toneladas de plástico cada año. Según una investigación realizada el 2015, Cerca de 8 mil millones de éste material termina en el océano.
Dichos polímeros, que en muchas ocasiones contienen aditivos y tintes nocivos, pueden absorber contaminantes orgánicos. Como los animales del fondo del océano ingieren estos microplásticos, las partículas entran en la cadena alimenticia y se acumulan en animales más grandes, donde pueden causar problemas al hígado, al cerebro y otras enfermedades.
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