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La enzima, descubierta originalmente en hojas de compost, redujo las botellas a componentes químicos que luego se usaron para hacer botellas nuevas de alta calidad, algo que los procesos de reciclaje existentes, hasta ahora, no había logrado.
Miles de millones de toneladas de desechos plásticos han contaminado el planeta, en especial los océanos donde representan un serio riesgo para la vida marina. Los activistas dicen que reducir el uso de plástico es clave, pero la compañía detrás del avance dice que este material, fuerte y liviano, ha sido muy útil por lo que el verdadero reciclaje era parte de la solución.
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El trabajo comenzó con la detección de 100 mil microorganismos, incluido el que por error salió del compost de hojas, que se descubrió por primera vez en 2012. La nueva enzima fue revelada en una investigación publicada el miércoles en la revista Nature.
“Se había olvidado por completo, pero resultó ser el mejor“, dijo el profesor Alain Marty de la Université de Toulouse, Francia, y director científico de Carbios, la empresa detrás de la creación de la enzima mutante.
Los científicos analizaron la enzima e introdujeron mutaciones para mejorar su capacidad de descomponer el plástico PET del que se hacen las botellas de bebidas. También lo hicieron estable a 72°C, cerca de la temperatura perfecta para una degradación rápida, reseñó The Guardian.
El equipo utilizó la enzima optimizada para descomponer una tonelada de botellas de plástico de desecho, que se degradaron en un 90% en 10 horas. Luego, los científicos utilizaron el material para crear nuevas botellas de plástico de grado alimenticio.
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Las botellas de desechos también deben triturarse y calentarse antes de agregar la enzima, por lo que el PET reciclado será más costoso que el plástico virgen. “Somos la primera compañía en traer esta tecnología al mercado”, dijo Martin Stephan, el director ejecutivo adjunto de Carbios. “Nuestro objetivo es estar en funcionamiento para 2024, 2025, a gran escala industrial“.
Los científicos también están progresando en la búsqueda de formas biológicas para descomponer otros tipos principales de plástico. En marzo, investigadores alemanes revelaron un error que se alimenta de poliuretano tóxico, mientras que trabajos anteriores han demostrado que las larvas de la polilla de cera, generalmente criadas como cebo para peces, pueden comer bolsas de polietileno.
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