El territorio chileno es uno privilegiado a la hora de pensar en producir energía no contaminante. Tenemos el desierto con más radiación solar del mundo, zonas con mucho viento y además un extenso mar.
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Sin embargo, en 2019 aún dependemos de los combustibles fósiles y la energía que consumismos proviene en un 40% aún de centrales termoeléctricas.
Y, justamente, son estas empresas termoeléctricas las responsables de más del 90% de las emisiones de dióxido de carbono, junto a otros gases, los que contaminan nuestro planeta.
Es por esto que el presidente Sebastián Piñera, en el lanzamiento de principios de abril de la COP 25, se comprometió en avanzar hacia la descarbonización de la matriz energética chilena, junto con aseguras que no se volverían a construirían centrales de termoeléctricas a carbón-
Esto, vino a ratificar el compromiso que se estableció en 2018 cuando se anunció un plan en esta línea para reemplazar estas generadoras de energías. Plan que debió ser oficialmente presentado en marzo, pero que aún no se conoce.
“Esperamos que el gobierno tome cartas en el asunto y establezca quiénes son los responsables y que se empiecen a cumplir las leyes y todas las termoeléctricas antiguas de carbón que no cumplen las leyes sacarlas de la matriz energética”, comenta Raimundo Gómez, fundador del Movimiento Chao Pescao.
En tanto que Mónica Araya, doctora en gestión ambiental, “no es cuánto le cuesta al país. No hay que quedarse ahí, sino cuántos beneficios se pueden crear en Chile si logra ser una economía mucho mas descarbonizada, mucho más renovable y mucho más resiliente al cambio climático”.
El compromiso original establecía una matriz 100% renovable en 2040, fecha que se ve difícil de cumplir, ya que el gobierno estaría atrasado en su plan de descarbonización de Chile.
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