Comenzaba el año y pronósticos de diversas fuentes anunciaban que tendríamos un año lluvioso, pero luego de varios meses habíamos llegado a pensar que fallaron. Igual que hace miles de años, no creímos que fuera a ocurrir el diluvio. Sinceramente tras tantos años de sequía ¿Quién de nosotros limpió siquiera las canaletas de casa? El cambio climático nos sigue dando sorpresas y lecciones.
Se hace ineludible aceptar que las zonas mediterráneas, y de nuestro particular interés, las de Chile, están siendo fuertemente afectadas por el cambio climático. Ciertamente, es fácil imaginar una hipotética encuesta de opinión en que ya la mayoría de los chilenos expresaríamos una noción sobre esto. No obstante, aún hacemos poco para adaptarnos. ¿Qué sorpresa sería para muchas personas?, si tras el temporal de agosto dijéramos que hay problemas ambientales más alarmantes que estamos viviendo sin darnos cuenta.
En efecto, siendo en la actualidad el cambio climático uno de los tres serios problemas ambientales de alarma general, los efectos más apreciables se relacionan con cambios en los regímenes térmicos y de precipitaciones, es decir, frío o calor inusual, sequías o inundaciones, entre otros. Pero se suman otras dos graves situaciones: la crisis de salud de los suelos del mundo y la aniquilación biológica y sexta extinción masiva en la historia.
En un planeta que para mitad de siglo podría llegar a una población de 9,7 billones de habitantes, se estima que podría requerirse aumentar la producción agrícola entre 70 y 100%. Mientras tanto, no hay mucho más suelo que incorporar a la agricultura, especialmente no a un costo razonable y no con consecuencias ambientales menores. Además, los suelos actualmente cultivados se están erosionando, salinizando, compactando y contaminando a tasas sin precedentes, así como perdiendo su materia orgánica y biodiversidad de modo que se ha levantado alarma en el mundo científico al respecto.
La aniquilación biológica y sexta extinción masiva ha sido expuesta por investigadores ya por varios años y es la mayor de la historia, destacando la de los insectos. Por ejemplo: un grupo de investigadores cuantificaron una disminución de 75% de la biomasa de insectos, voladores en Alemania en sólo 27 años.
Se estima que una de las causas es la intensificación de la agricultura, particularmente el uso de plaguicidas. De hecho, se ha afirmado que la liberación de químicos sintéticos al ambiente en los últimos 50 años causa más cambio ambiental global que cualquier otro factor, incluyendo GEI. Esto alarma al mundo científico al punto que, saliendo del riguroso protocolo del lenguaje científico, unos autores publicaron: “reafirmamos el mensaje que la biodiversidad que hace nuestro mundo tan fascinante, bello y funcional se está desvaneciendo a una tasa sin precedentes”.
Las medidas de acción y tecnología es mucha, más que cualquier comunidad en el pasado. Evidentemente, no tenemos un problema tecnológico, sino humano, más integralmente hablando. La ciencia ha evidenciado residuos de plaguicidas en alimentos, ecosistemas, en los propios humanos; advierte de las consecuencias del cambio climático, del deterioro del recurso suelo, así como la aniquilación biológica y sexta extinción masiva, pero aún no implementamos planes de impacto significativo. ¿Cuánto más esperaremos?
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