En nuestro país se consumen aproximadamente 990.000 toneladas de plástico al año, de las cuales se reciclan sólo 83.679 toneladas, equivalentes al 8,5%, según cifras del Pacto Chileno de los Plásticos. El ritmo y tipo de vida que tenemos en la actualidad hacen que sea prácticamente imposible deshacerse por completo del plástico, presente en áreas que por ahora son irremplazables, por ejemplo, en el manejo de ciertas aplicaciones e insumos clínicos, vehículos de transporte o artículos electrónicos, por nombrar algunos.
Por eso, más que pensar en una eliminación radical (e irreal), lo importante es que como sociedad y de manera global, nos enfoquemos en el uso racional de los distintos tipos de plásticos y compuestos que utilizamos.
Para abordar este desafío, el pasado 30 de abril se llevó a cabo en Canadá la cuarta sesión del Comité Intergubernamental de Negociación (INC-4), con la idea de elaborar un tratado Global sobre Plásticos para hacer frente a la magnitud de esta crisis mundial.
En la reunión se desarrollaron distintas temáticas y se lograron tres hitos destacables: El primero es que se fijó un mandato para que exista un avance intersesional (es decir, entre el cuarto encuentro que ya pasó y el 5 que se realizará en Corea a fines de año). Esto es relevante considerando que fue establecido que el proceso durará sólo cinco sesiones y la próxima será la última. Sin una línea de trabajo como la que se determinó, se veía difícil finalizar el proceso con un impacto significativo.
Lo segundo es que se reconoce lo fundamental que es contar con una agenda de acción, mecanismo mediante el cual los actores no estatales y distintos stakeholders pueden articularse para la implementación de este tratado, algo que se venía solicitando desde hace un tiempo. Por último, se vuelve cada vez más claro que el tratado queda corto si se limita sólo al reciclaje y disposición final del plástico para evitar que permanezca en el medioambiente. Ahora es necesario abordar el ciclo de vida completo.
Este punto no es menor, porque si sólo nos enfocamos en la última etapa, estamos perdiendo la oportunidad de proteger la salud humana y el medioambiente a través de la reducción de los residuos de manera responsable en todas las fases del plástico, que van desde la extracción de materias primas y la fabricación, hasta el consumo y la disposición final. Pero incluso antes de eso, debemos comenzar a repensar desde el diseño, evitando los plásticos innecesarios, para luego recuperar y volver a insertar en la economía aquellos materiales que son posibles de ser revalorizados, asegurando un buen tratamiento de los que resultan más dañinos.
Lograr estos objetivos requiere de acuerdos robustos, vinculantes, y que cuenten con un marco de acción con incentivos a la innovación y penalidades para las externalidades negativas. Además, es fundamental tener en cuenta los impactos económicos, ambientales y sociales, incluyendo en esto último la realidad de comunidades especialmente vulnerables, como las costeras o ribereñas, y los recicladores de base. Por último, es indispensable poner en el centro de la toma de decisiones la salud humana y el medioambiente, especialmente en aquellas comunidades y ecosistemas más frágiles e impactados.
La crisis de contaminación por plásticos es una realidad, pero también lo es el hecho de tanto gobiernos como actores no estatales buscan propuestas factibles que deriven en resultados concretos. La próxima sesión de INC-5 tiene por delante el gran reto de lograr un tratado que supere la velocidad a la que avanza la crisis y ahí es donde deberían destinarse todos los esfuerzos.
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