Felipe Zanotti

Con más de 1.250 ríos, los cuales nacen en la Cordillera de los Andes para comenzar un viaje largo para desembocar en el mar, estas aguas nutren en su camino a humanos, animales, plantas y hongos, que se van encontrando a lo largo de su recorrido.

Sin embargo, los cauces en Chile son mucho más que la manifestación superficial del agua: son parte de una unidad geográfica mayor llamada “cuenca”. La cuenca se extiende más allá del borde del río e incluye bosques, montañas y humedales.

A pesar de la gran cantidad de agua en nuestras cuencas, sobre todo en el sur del país, no estamos percibiendo los beneficios de esta condición, ya que las intervenciones industriales están impactando su calidad y salud.

Este es el área que ha abordado Bestias del Sur Salvaje, un colectivo de deportistas y exploradores, que ha sido impulsor de documentales, talleres e iniciativas que dialogan en torno a este problema, proyectos que han sido un punto de encuentro para proyectar la forma en que queremos abordar la protección y restauración de nuestros ríos.

“Todo lo que ocurre río arriba afecta el curso de agua que fluye río abajo y hoy lo que ocurre por ejemplo en el Biobío, es que tenemos grandes intervenciones: las centrales hidroeléctricas Ralco, Pangue, Angostura, sumado a los efectos de las extracciones de áridos, monocultivos forestales y descargas de residuos, nos muestran un futuro negativo para la disponibilidad de recursos hídricos de la cuenca”, cuenta en un comunicado Leonardo Peña, Coordinador de Proyectos de Bestias del Sur Salvaje.

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Es que este problema se viene evidenciando hace años y, pese a la organización de distintos actores aún no se ha consolidado una estrategía sólida que permita proteger los ríos del país, a pesar de que, como explica Leonardo, “dependemos de ellos”.

“Si lo hablamos incluso más allá de la conservación, en términos productivos, a nadie le conviene seguir interviniendo los ríos, por lo que tenemos el desafío de resolver esta problemática redibujando la forma en que se ha venido planificando el territorio”, agregó el activista.

De la protesta a la propuesta

“Intentamos enlazar a organizaciones y actores territoriales que cotidianamente no interactúan entre sí, como son les académicos, activistas, organizaciones sociales, instituciones y empresas. Suele andar cada uno por su lado, hablando su propio lenguaje, pero cuando se trata de gestionar un territorio, todes están involucrados y por tanto debe existir un lugar de encuentro entre estos actores territoriales donde se genere una intención colectiva”, compartió Peña.

En esta línea, Somos Cuenca: Habitantes del Maipo fue un proyecto piloto ejecutado en 2020, cuya intención fue generar un espacio de encuentro que finalmente reveló la necesidad de impulsar el trabajo colectivo y conectar con otros actores territoriales.

Siguiendo esta metodología de interacción, Somos Cuenca continuó su rumbo esta vez en la cuenca del Biobío, lugar donde sus integrantes tienen un arraigo y vínculo especial al ser habitantes del mismo.

“El río Biobío, por ejemplo, es alimentado por otros afluentes que desembocan al curso principal, como el río Pilkoykem y el río Vergara, desde la cordillera de Nahuelbuta, o el río Laja desde la laguna Laja, los que también están siendo intervenidos, contaminados y por tanto afectando la disponibilidad de nutrientes que viajan de la cordillera al mar”, puntualizó el activista ambiental.

Gracias a los fondos obtenidos en el programa de donaciones de Patagonia junto a los aportes del programa de donaciones Fondo Común de Fundación Lepe, esta organización ha logrado hacer confluir los cauces de distintos grupos sociales para educar y dar a conocer la importancia de preservar las cuencas de los ríos.

“Entender el río como un todo, algo que nos conecta de cordillera a mar, que nos da vida y del que somos parte, por lo que debemos fomentar un cambio para que las comunidades busquen relacionarse”, concluyó Leonardo Peña.

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