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Con más de 4 mil kilómetros de costa, Chile tiene un gran reto por delante: consolidar la conservación de los océanos. En Desafío Tierra, te mostramos cinco asombrosas características marinas de Chile que te sorprenderán.
Sumergirse en ecosistemas no intervenidos
“El ser humano es el principal responsable del deterioro de los océanos a través de distintas actividades”, asegura Carlos Gaymer, director del Núcleo Milenio de Ecología y Manejo Sustentable de Islas Oceánicas (ESMOI). Sin embargo, Chile cuenta con valiosos ecosistemas que se mantienen sin rastros de intervención del hombre.
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A estos lugares se les conoce como “prístinos”, es decir, que se presentan tal y como sería nuestro mundo sin las perturbaciones humanas. Dos ejemplos nacionales son los que encontramos en la Isla Salas y Gómez, en la Polinesia, y en el conjunto de Islas Desventuradas.
En el primero, se puede encontrar un ecosistema dominado por grandes depredadores, como tiburones. Se estima que son casi la mitad de las especies que habitan en el sector, lo que es un claro indicio de su saludable estado y pureza. De hecho, ahí está el Parque Marino Motu Motiro Hiva, que con sus 150.000 km² de mar y costa equivale al 4% de todo el territorio marítimo chileno.
Las Islas Desventuradas, por su parte, resaltan por su abundancia de especies, tallas gigantescas y el endemismo. En palabras sencillas, sumergirse en la zona es apreciar una enorme biomasa de peces, animales de tamaño impresionante y una fauna marina que solo vive en esta parte del planeta.
“Las langostas alcanzan los ocho kilos y miden un metro 20. Son cosas que no logras ver en espacios intervenidos por el humano. Es agarrar una máquina del tiempo e irte al pasado. En Chile tenemos tesoros que prácticamente no existen en otros sitios del mundo”, recalca Gaymer.
Extensos bosques en el fondo del mar
En el Estrecho de Magallanes y la Patagonia chilena están ubicados algunos de los bosques submarinos más grandes, estables y saludables de todo el mundo. Son largas extensiones submarinas con algas que pueden llegar a medir hasta 70 metros, casi como un gran edificio de la ciudad.
Gracias a sus características, forman hábitats complejos y atraen mucha biodiversidad. Así, una gran cantidad de especies viven, se reproducen o anclan sus huevos en ellos. Además, las paredes celulares de las algas marinas pardas nos abastecen de alginato, una sustancia que se ocupa para hacer alimentos o productos de higiene.
“Al realizar fotosíntesis, secuestran mucho CO2, lo que es una verdadera arma contra el cambio climático. Como producto de desecho entregan también oxígeno, amortiguan las corrientes y son un recurso económico para Chile”, valora la directora regional para Magallanes de la Fundación Ciencia y Mar y fotógrafa submarina, Catalina Velasco, quien describe la experiencia de bucear entre estos bosques como una de las más relevantes en su carrera.
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No obstante, este tipo de algas conocidas como “huiro” se ve amenazado actualmente por la extracción ilegal. “Las sacan desde el disco o raíz, completa, y arrasan con todo el ecosistema. Es como talar un bosque en la tierra”, señala Velasco.
Ballenas con un dialecto propio en Chile
Las ballenas azules son un animal único. El “canto” que producen los machos es el sonido biológico más potente en el mundo y puede propagarse por cientos de kilómetros. Motivada por estas características llegó a Chile en 2007 la oceanógrafa de origen británico, Susannah Buchan.
Luego de varios años de especialización, la investigadora determinó que la secuencia de sonido que producen las ballenas azules en la Patagonia chilena es única, diferenciándose de cualquier otro dialecto regional de estos animales.
Tal cual como la forma de hablar de la población chilena se distingue del resto de países de lengua hispana, los cetáceos machos en el territorio austral de nuestro país emiten un canto particular y diferente al de ballenas azules en la Antártica, Sri Lanka o California. Esto los identifica por completo y ayuda a los científicos a rastrear sus movimientos a través de hidrófonos en el fondo del mar.
“Es una pieza más del puzle de las ballenas azules chilenas, que ya estamos cada vez más cerca de determinar como una subespecie única”, dice Buchan.
¿Qué implicancias tiene este dialecto? Lo primero, es que confirma que los animales no solo están de pasos por nuestras costas, si no que su destino final es la Patagonia. “Es una población chilena. Esto le otorga un grado de responsabilidad a Chile de proteger a estos animales, porque dependen de la costa chilena para alimentarse”, concluye la oceanógrafa.
Sorprendente población de centollón en Cabo de Hornos
“Fue una visión o una escena que no habíamos visto nunca en nuestras expediciones”. Así describe el director para América Latina de National Geographic Pristine Seas, Alex Muñoz, lo que vio al sumergirse en un sector del Cabo de Hornos.
Ante sus ojos tenía un panorama increíble: miles de Paralomis granulosa, más conocido como “centollón”. Todo en no más de 50 metros cuadrados. Para el experto, esta es una muestra más de la notable biodiversidad de las costas chilenas.
“En el mar está el futuro del planeta. Hay una biodiversidad muy grande, nos da alimento y también es parte de la solución al problema del cambio climático (…) En la medida en que cuidemos el mar vamos a tener la respuesta a los grandes problemas que afectan a la humanidad”, reflexiona el connotado profesional para Desafío Tierra.
Avistar ballenas en Punta de Choro
Chile es uno de los países que mayor atención concita para los investigadores internacionales que se dedican al estudio y conservación de las ballenas. Un lugar reconocido para esta actividad son las reservas marinas de Islas Choros, Damas e Isla Chañaral, aunque preocupa el poco resguardo ecológico con el que cuenta la zona por el momento.
Se estima que solo está protegido un 30% o 40% del área de las cercanías del Archipiélago de Humboldt donde las ballenas se alimentan en el verano.
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“Oceana” es una organización que pretende lograr cambios en las políticas públicas que permitan aumentar la biodiversidad. En ese sentido, Lucas Zañartu, director audiovisual, camarógrafo y fotógrafo submarino de la entidad relata una de sus experiencias más gratificantes en dichas labores. “Volvíamos de un buceo con pescadores de Punta de Choro, en la zona del archipiélago de Humboldt. Nos avisan que adentro habían hartas ballenas, nos acercamos más y debemos haber visto unas 25 o 30 ballenas que estaban ahí alimentándose, tranquilas”, cuenta.
“Fue un encuentro maravilloso, de esos momentos únicos que te regala la naturaleza”, concluye Zañartu. Todo gracias a la conservación marina, uno de los grandes desafíos del presente y el futuro.
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