(CNN Español) — “Las burbujas son algo muy serio”, dice el oceanógrafo Grant Dean, sonriente, pero sin un asomo de broma en su rostro.
En el Instituto Scripps de Oceanografía, él – junto con otros dos científicos de diferentes especialidades– está reuniendo información de esta fuente inesperada. Aunque es difícil de imaginar, lo cierto es que “todo gira en torno a las burbujas”, insiste Dean, que se ha enfocado en estudiar el papel del océano en el clima.
Su compañera Kymberly Prather lo secunda. “Las burbujas te dan mucha información”, dice la química atmosférica, que está abocada a investigar cómo las actividades de los humanos influencian la atmósfera, el clima y nuestra propia salud.
Las burbujas revelan información de hace millones de años
El tercer experto dedicado a las burbujas es el paleoclimatólogo Jeffrey Severinghaus, quien se concentra en los gases de efecto invernadero atrapados en el hielo de la época glacial, particularmente en la Antártica.
“Hay una gran cantidad de cosas que podemos aprender de las burbujas de aire. Hemos encontrado hielo de hace 3 millones de años”, explica, lo que ha permitido saber, por ejemplo, qué concentración de CO2 había en el planeta en ese momento.
Severinghaus dice que esta información del pasado nos dice cuánto los humanos están calentando el clima actualmente. (Este punto es clave, tomando en cuenta que el mundo se acerca rápidamente a niveles catastróficos de calentamiento, y los objetivos climáticos internacionales están lejos de lograrse a menos que se tomen medidas inmediatas y radicales, según un informe publicado recientemente que cuenta con el respaldo de la ONU)
¿Cómo suena un glaciar cuando se derrite?
Una de las áreas de investigación de Dean es el monitoreo acústico para medir el derretimiento del hielo, un proceso que produce un amplio suministro de burbujas. Cuando un glaciar se derrite se escucha, literalmente, los chasquidos de las burbujas que parecen “como de tocino friéndose, como de fuegos artificiales”, dice.
“Necesitamos contar esas burbujas. Si podemos contarlas, podremos tener una idea de la cantidad de hielo que se está derritiendo. Es importante porque mucha de nuestra civilización está en las regiones costeras”, explica.
Investigadores han advertido largamente sobre los impactos del aumento del nivel de mar en las regiones costeras. Un estudio publicado en marzo de este año, por ejemplo, enciende las alarmas especialmente en megalópolis asiáticas en donde más de 50 millones de personas podrían verse afectadas por el avance del agua.
También en las costas occidentales de Estados Unidos y en Australia se esperan efectos adversos y peores a los que se conocían hasta este año, según la investigación.
¿Parar un huracán antes de que toque tierra?
Para Prather, por su parte, todo gira en torno a las partículas en forma de aerosoles y los microorganismos que salen de las burbujas que se forman en las olas conocidas como rociado oceánico, y cómo la interacción puede ayudar a calentar o enfriar el planeta.
“Estamos estudiando la conexión entre los microbios en el agua y cómo cambian la química. Y luego, cómo esa química cambia lo que sale y cómo eso cambia la manera en que se forman las nubes”, dice.
Para su campaña de investigación utilizará una tecnología innovadora: la maquina Soars (Simulador para la Investigación de la Atmósfera Oceánica del Instituto Scripps) diseñada para replicar tormentas oceánicas.
Dean ayudó a desarrollar la instalación Soars como un puente entre el laboratorio y el océano abierto, ofreciendo un ambiente controlado y un suministro infinito de burbujas.
El estudio podría ayudar a entender cómo el rociado oceánico modifica los huracanes. “Entonces podremos empezar a pensar en cómo parar un huracán antes de que toque tierra”, dice. “¿Es una idea loca, no? Podríamos hacer eso”, enfatiza.
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