Atafona, un placentero balneario ubicado en el norte de Río de Janeiro, vive sus momentos más críticos. Lo que pretendía ser un destino turístico, hoy se encuentra habitado por buitres que deambulan por la arena entre los escombros de las últimas casas destruidas por el mar.
El sector sufre una erosión crónica, profundizada por el calentamiento global que lo ha transformado en un paisaje apocalíptico.
A causa de factores naturales y humanos, el mar avanza hasta seis metros por año, permitiéndole sumergir más de 500 casas, lo que ha afectado significativamente la vida de los habitantes que han decidido abandonar el lugar. Sin embargo, a pesar de las implicancias, algunos aún se mantienen en el sector.
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Waked Peixoto, un habitante que se mudó a Atafona con su familia durante la pandemia, conversó con EFE sobre la pérdida de su casa debido a las implicancias climáticas, donde solo queda una habitación en la que cuelgan cientos de escombros.
Peixoto señaló que “no está claro cuándo tendremos que irnos. En 15 días, el mar ha avanzado 3 o 4 metros. Entonces, no sabemos. Es una pena que perdamos una casa tan linda. Los recuerdos de toda mi familia, mis padres, hermanas, sobrinos, primos, nietos. Toda la familia vino aquí”, lamentó Peixoto.
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El geólogo Eduardo Bulhoes, de la Universidad Federal Fluminense, explicó que “la erosión extrema, que coloca a Atafona entre el 4% del litoral mundial donde el mar consume más de cinco metros por año, se ha agudizado ahora por el cambio climático, con la “subida del nivel del mar” a largo plazo y “a corto y medio plazo con las resacas excepcionales y los periodos prolongados de lluvias y sequías”.
Para Bulhoes, este problema ocurre desde hace décadas debido al “uso que el hombre hizo del río Paraíba do Sul -uno de los principales del sudeste de Brasil- en los últimos 40 años redujo drásticamente el volumen de sus aguas y su capacidad de transportar arena hacia la desembocadura”, todo esto como parte de actividades mineras y desvíos para la agricultura en Atafona.
En la actualidad solo quedan en pie 108 casas con 302 habitantes.
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