A pesar de que en el mapa parecen gemelos, las diferencias de los polos son abismales.
El Ártico, en el hemisferio norte, es una gigantesca masa de hielo que flota sobre un océano rodeada de continentes, que también incluye el casquete polar de Groenlandia. Ahí, en el invierno, las temperaturas descienden hasta los 34° bajo cero, pero en el verano suben hasta los 30°. Esto, porque recibe los vientos cálidos del entorno continental.
“En términos bélicos, si el cambio climático fuera una guerra, los grandes frentes de batalla están en los polos. Tanto el Ártico como la Antártica, están experimentando grandes y acelerados cambios”, dice el Raúl Cordero, Académico del Departamento de Física de la Universidad de Santiago (Usach).
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En los últimos 30 años, el volumen del Ártico disminuyó a la mitad. La placa polar de Groenlandia está desapareciendo dramáticamente y también el permafrost, que es suelo continental congelado del área circumpolar. Si éste se descongela totalmente, el calentamiento global se dispararía y toneladas de gases de efecto invernadero se liberarán a la atmósfera.
En el otro hemisferio está la Antártica, que es un continente, porque bajo su gigantesca placa de hielo hay tierra rodeada de agua por todos lados. Aquí la temperatura llega a los -89,6 grados y en verano no sobrepasa los 5 sobre cero, debido al mar que la circunda.
La Antártica es el lugar más frío y desolado del planeta, una tierra de montañas estériles enterradas bajo casi cuatro kilómetros de hielo hace miles de años. En esta zona la realidad es peor, en solo tres años perdió la misma cantidad de hielo que el Ártico en 40 años.
“Hay algunos organismos que se están moviendo más al sur, otros que no se pueden mover, están desapareciendo. Estamos notando que el ecosistema antártico, como lo entendemos hoy día, estaría en jaque”, afirma el director del Instituto Antártico Chileno (Inach), Marcelo Leppe.
Los polos norte y sur son extremadamente sensibles a la emergencia climática. Ahí, las manifestaciones del calentamiento global evidencian la fragilidad del clima planetario, un equilibrio que se sostiene gracias a los fríos hielos del Ártico y la Antártida. Los que hoy están amenazados.
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