700 familias viven sin agua potable en dos campamentos que se empalman en un amplio paño de terreno privado, por años abandonado, a orillas de la línea férrea de Batuco, comuna de Lampa.
Pequeñas habitaciones que se han convertido en el hogar de personas que se ven imposibilitadas de pagar un arriendo. Estas construcciones, sin embargo, no logran evitar que el frío se cuele.
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Todo esto, en medio de la crisis sanitaria más grande que ha experimentado el país.
Algunos de los residentes comentan que su trabajo en la construcción llegó a término y con ello el ingreso que servía para alimentar a los suyos.
Eso no ha bajado el espíritu de quienes tienen un poco y siempre están dispuestos a compartir. Una vecina amasa y prepara lo que serán unas empanadas de queso, comentando que pueden ser pobres, “pero el corazón es grande”.
“Me invitaron, y gracias a Dios, por ellos voy a comer hoy día“, dice uno de los vecinos que llegó a almorzar junto a ellos.
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También hay hombres de trabajo, como Luis Zúñiga, quien se desempeñó por 20 años en una embotelladora que se declaró en banca rota, dejando a sus operarios sin empleo y él sin dinero para un arriendo. “No me pagaron la AFP. Cesantía tampoco puedo cobrar, porque tampoco la pagaron. Y quedé de manos cruzadas. Hemos estado sobreviviendo”, afirma.
A esto se suma que día a día deben caminar varios metros para acceder a los cuatro contenedores de agua potable que abastecen a toda la comunidad.
Gloria Valdebenito vive junto a su marido y sus dos hijos en el campamento y señala que muchas veces no ha alcanzando agua para todos. Luis, el hijo mayor va en octavo y a pesar de que ha recibido guías para continuar su educación, algunos contenidos incluyen videos que no puede ver por no tener Internet.
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Eventualmente, las cajas con alimentos que entrega el gobierno se hacen presente en los campamentos de Batuco, recibidas con infinito agradecimiento por todos.
Allí, extranjeros y nacionales clavan la esperanza de una casa propia. Son más de 800 campamentos en Chile, cerca de 100 mil personas que viven en estas condiciones de postergación y abandono.
Una deuda que aflora en tiempos de pandemia, revelando la dura realidad social que nunca ha dejado de existir en nuestro país.
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