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La habilidad para detectar el campo magnético de nuestro planeta y usarlo como un mapa para migrar, establecerse o cazar, podría ser uno de los resultados más destacables y misterioso de la evolución.
Sabemos que animales como aves, murciélagos, roedores y peces fueron benditos con éste poderoso “sexto sentido”, todavía seguimos sin entender por completo cómo lo hacen.
Investigaciones realizadas en el salmón Chinook (Oncorhynchus tshawytscha) apoyan la teoría que los peces más jóvenes, utilizan magneto-receptores adjuntos a sus tejidos, para navegar a través del campo magnético de nuestro planeta.
Los expertos a cargo del estudio, creen que estos peces mantienen dicha habilidad sólo cuando nadan en el océano. Ya que cuando alcanzan un flujo de agua dulce, parecerían cambiar a otro sistema de navegación que funciona a base de químicos.
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Los salmones Chinook son conocidos por regresar al río donde nacieron. Para explicar esto, hay dos teorías: una es que los peces sienten el campo magnético de la Tierra a través de reacciones químicas. La segunda, es que la especie cuenta con un magneto-receptor en su interior. Sin embargo, ninguna de estas teorías, son excluyentes.
El problema es que los supuestos receptores magnéticos son realmente difíciles de hallar. Son bastante pequeños, y pueden estar esparcidos en cualquier parte del cuerpo del animal, por lo que encontrar la evidencia que desmienta o pruebe ambas teorías es bastante difícil.
“Básicamente los investigadores interfirieron el biomagnetismo natural de los salmones Chinook, alterando así su sentido de orientación”, explicó el doctor Luis Vargas-Chacoff, profesor titular del Instituto de Ciencias Marinas y Limnológicas de la Universidad Austral de Chile, e Investigador del Centro Fondap-IDEAL.
Debido a esta alteración en su ruta natural, los científicos estadounidenses concluyeron que los salmones contaban con cristales de magnetita en sus cuerpos.
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“Estos microsensores magnéticos, estarían relacionados con las rosetas olfativas de los peces y se verían alterados por señales magnéticas que puedan interferir con la trayectoria delimitada en el ‘imprinting’ de los salmones al momento de nacer”, agregó Vargas.
El profesor nos explica que el imprinting es información que queda incrustada en el ADN de los salmones, que les permite siempre retornar al lugar donde nacieron y que estaría relacionado con su navegación a través de los mencionados campos magnéticos del planeta.
Añade que los salmones registran su lugar de nacimiento, independiente si salieron de su hábitat natural. “En 1970, se introdujeron múltiples especies de salmón a Chile a través de plantaciones de huevos en el Río Toltén, San Pedro, entre otros. Los salmones eclosionaron y salieron a mar abierto”.
“Muchos creyeron que los peces no serían capaces de volver a los ríos, y que eran ajenos al ecosistema chileno. Sin embargo, luego de unos 10 años, los salmones regresaron de forma masiva a los cauces de agua dulce donde nacieron” concluyó Vargas.
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