Diversos estudios han buscado desentrañar si es que existen animales que puedan reconocer rostros, tal como lo hacen los bebés humanos pese a que no tienen experiencias previas.
En el caso de los monos, perros y gallinas se descubrió que pueden reconocer y se sienten atraídos por la cara de una persona, o al menos por una forma similar, tal como lo serían tres manchas dispuestas como un triángulo invertido.
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Todas las especies mencionadas cuentan con el cuidado de sus padres, lo cual explicaría esta capacidad de reconocer rostros como un mecanismo para identificar a sus progenitores y continuar bajo su cuidado, de la misma que forma en que lo hacen los bebés humanos que a pocos días de su nacimiento se sienten atraídos por sus madres y las prefieren sobre otros.
Sin embargo, un estudio publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences, quiso descubrir si es que las especies que no tienen un vínculo parental, y son más bien solitarias, poseen está habilidad para responder a los rostros.
Los científicos descubrieron que efectivamente esta habilidad sería común entre los animales y un rasgo compartido, estrechamente vinculado a la evolución.
Para llegar a esta conclusión estudiaron a 136 tortugas de cinco especies de Testudo, género de estos animales que tiende a andar solo y no recibe el cuidado de sus padres tras la eclosión. A estos recién nacidos se les colocó en una caja con un objeto a ambos lados: uno semejante a una cara, es decir, dos ojos y una boca, junto a otro representando formas aleatorias.
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El 75% de las veces estos pequeños animales prefirieron aquella forma similar a una cara, pese ser conocidas como una especie antisocial, la cual no se reúne en grupos y que de hecho evita el contacto con sus similares.
Lo anterior respaldó la idea de que los rostros son importantes para las especies solitarias de la misma forma que para aquellas consideradas sociales, tales como los humanos, monos y perros. Los autores del estudio manifiestan que esta preferencia facial sería un mecanismo antiguo, que se remontaría a los antepasados de los mamíferos y reptiles.
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