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Por estos días un registro que se hizo viral rápidamente muestra una de las tendencias más confusas e incómodas dentro de la gastronomía: los pasteles hiperrealistas.
These Are All Cakes pic.twitter.com/ejArkJHaid
— Tasty (@tasty) July 8, 2020
El video se transformó en un meme y hace alusión a que cualquier objeto que posees podría ser un pastel. Sin embargo ¿por qué nuestro cerebro queda tan sorprendido al descubrir que un zapato era en realidad un delicioso trozo de bizcocho?
La ciencia tras la tendencia “todo es pastel”
Rolf Nelson, profesor de psicología de la Universidad de Wheaton, Estados Unidos, asegura que estos pasteles causan una “extraña disonancia” en nuestros cerebros.
“Creo que estamos fascinados con la calidad de la ilusión; además de la producción de una extraña disonancia provocada por percibir al mismo objeto de dos formas diferentes”, asegura Nelson a Inverse. Para ilustrar este punto, señala la famosa ilusión del “pato-conejo”; una ilustración que puede interpretarse como cualquiera de los dos animales.
“En el ejemplo del pastel, tenemos el conflicto de percibirlo como un zapato o un bizcocho. Debido a que el zapato parecer ser tan real, nos toma unos cuantos segundos reconocer e integrar ambas cosas por separado”, continúa.
Según Sander Van der Cruys, investigador postdoctoral del Laboratorio de Psicología Experimental de la Universidad de Leuven, Bélgica, asegura que dicha “extraña disonancia” es en realidad el cruce de un viaje cognitivo de tres partes.
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Dicha “excursión” hace que estos pasteles, junto a muchas otras piezas de arte, sean tan intrigantes y satisfactorias.
El satisfactorio viaje cognitivo
Una de las razones de las por qué nuestro cerebro disfruta el arte es porque éste es capaz de levantar expectativas, para luego romperlas. La mente realiza complejas gimnasias mentales para lograr darle sentido a las nuevas realidades que se le presenta, explica Van der Cruys.
El especialista entrega como ejemplo el siguiente video:
Debido a la experiencia anterior que hemos tenido con estos objetos, tenemos un conocimiento previo de cómo se deberían comportar: los huevos no rebotan y los zapatos (y sandalias) no están hechos de pastel, ni rellenos de crema. El “modelo generativo” describe la forma en que nuestro cerebro espera que se mantengan los comportamientos de los objetos; si no lo hacen, tanto el modelo como las expectativas, se rompen.
Cuando descubrimos que cometimos un error, el cerebro debe ajustarse para permitir que el modelo generativo se distorsiones. Nuestra cabeza le da sentido a los cambios, asimilando (por ejemplo) a los huevos con pelotas de ping pong. Este proceso de calibración puede ser bastante divertido para nuestras neuronas.
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“A veces es más diversión que estética, ya que tenemos la idea de que el arte no debería jugar con nuestras necesidades relacionadas a la predictibilidad”, asegura Van der Cruys.
Mientras más realista se vuelven los pasteles o el arte, nuestro cerebro debe trabajar más duro para ajustar nuestras expectativas. El arte hiperrealista, explica Van der Cruys, lleva las cosas a otro nivel.
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