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El Índice de Masa Corporal (IMC), ha sido durante un largo tiempo el estándar para medir la salud de una persona. La simple fórmula ha sido usada ampliamente para clasificar si nuestro peso cae dentro de un rango “saludable” en relación a nuestra estatura. 

El IMC proporciona un estimado de los riesgos generales que tiene una persona con respecto a su estado corporal, y es usado mundialmente para medir la obesidad. 

Sin embargo, este método ha sido víctima de críticas, ya que, puede ser bastante inexacto al momento de estimar la grasa corporal y generalmente, no esboza una fotografía completa de la salud de una persona.

Según escribieron las especialistas Karen Coulman y Sarah Sauchelli de la Universidad de Bristol, Inglaterra, a The Conversation, diferentes investigaciones han demostrado que confiar en el IMC para determinar los factores de riesgo que presenta una persona en relación a su peso puede provocar resultados incorrectos o engañosos. 

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La fórmula para calcular el IMC fue inventada en 1832 por el matemático y astrónomo belga Adolphe Quetelet. Para calcularlo, debes dividir tu peso en (kg) en metros cuadrados (m2) y en adultos se categoriza de la siguiente forma: 

  • Bajo 18,5 equivale a “bajo peso”
  • De 18,5 a 24,9 equivale al promedio
  • 25,0 a 29,9 equivale a sobrepeso
  • 30,0 a 34,9 equivale a obesidad tipo 1
  • 35,0 a 39,9  equivale a obesidad tipo 2
  • Sobre 40 equivale a obesidad tipo 3

Si bien el IMC no es un sistema perfecto, puede ser eficaz al momento de identificar quienes corren mayor riesgo debido a su peso. Además puede ayudar a tomar decisiones a aquellas personas que necesitan bajar de peso para mejorar su calidad de vida. 

Sin embargo, este método no es capaz de medir las cantidades de grasa que se encuentran en el cuerpo: un elemento clave al momento de establecer riesgos de salud. Aunque provee una noción de sobrepeso, no distingue entre el tejido adiposo y el muscular del cuerpo. 

Si fuera el caso, diferentes atletas de alto rendimiento como diferentes jugadores de Rugby o Fútbol Americano podrían ser considerados como “obesos” a través de su IMC, a pesar de que sean mucho más saludables que una persona que es inactiva y tiene altas cantidades de grasa. 

El IMC tampoco nos dice cómo se distribuye la grasa del cuerpo. Por ejemplo, la grasa distribuida alrededor del abdomen (o forma de manzana), se traduce en un mayor riesgo a la salud ya que se puede transformar en un síndrome metabólico; una combinación de alta presión en la sangre, alta glucosa y altos niveles de colesterol que pueden desencadenar en infartos (al corazón y cerebrovasculares) y diabetes del tipo dos. 

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Un estudio de 13.061 adultos demostró que la prevalencia de la obesidad era mucho menor cuando se usaba el IMC para determinar el porcentaje de grasa corporal; por lo que menos personas mostraron tener problemas relacionados al peso. 

Las categorías del IMC pueden ser aún menos exactas cuando se considera la etnicidad de las personas y la edad de los grupos etarios estudiados. Por ejemplo, aunque presenten bajos índices de IMC, las personas asiáticas cuentan con un menor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y enfermedades al corazón que las personas caucásicas. 

Existen diferentes herramientas que permitirían estimar los verdaderos riesgos de la grasa corporal para las personas; por lo que si no estás seguro de estar obeso o te sientes bien con tu peso a pesar de lo que dijo tu doctor – deberías optar por analizar tu cuerpo con mayor profundidad. 

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