Los humanos siempre nos hemos preocupado mucho por la salud del cuerpo, pero no siempre hemos sido buenos para entender lo importante. Veamos a los antiguos egipcios, por ejemplo: pensaban que necesitaban partes del cuerpo en el más allá, les preocupaba, pero aún así no se preocuparon de algunas. Una de esas partes era el cerebro.
“Si bien conservaban con esmero el estómago, los pulmones, el hígado, etc., hacían puré el cerebro, lo drenaban por la nariz y lo descartaban. Y tiene sentido, en verdad, porque ¿para qué nos sirve el cerebro de todos modos? Pero imaginen si existiera un órgano olvidado en el cuerpo que pesara tanto como el cerebro y fuera en cierta forma muy importante para nosotros pero del que supiéramos muy poco y lo tratáramos con esa indiferencia. Imaginen si, mediante el avance científico, empezáramos a entender la importancia que tiene para la forma de pensarnos. ¿No querrían saber más sobre ese órgano?”
Así comienza Rob Knight, profesor de la Universidad de Colorado Boulder y co-fundador del Earth Microbiome Project, su charla llamada “Cómo los microbios nos hacen lo que somos”. Esa pregunta lo llevó a investigar el intestino y, más específicamente, sus microbios. Para este ecologista microbiano, “los microbios de todo el cuerpo resultan cruciales para toda una gama de diferencias que conforman las diferentes personas que somos”.
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Su trabajo ha vinculado los microbios a una serie de condiciones de salud, incluyendo la obesidad y la enfermedad intestinal inflamatoria, y su estudio, ha mejorado nuestra comprensión de los microbios en entornos que van desde los océanos hasta la tundra. Poniendo a disposición de miles de investigadores de todo el mundo, técnicas de secuencia de alto rendimiento. Como fundador del Centro para la Innovación en Microbiomas quiere desarrollar una especie de GPS microbiano, “en el que no solo sepamos dónde estamos ahora, sino también dónde queremos ir”.
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